Capítulo 1

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Las gotas de agua caían con fuerza en las ventanas y sobre el techo del coche

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Las gotas de agua caían con fuerza en las ventanas y sobre el techo del coche.

—Ni poniendo mi banda favorita en la radio me pondrán de buenas —dije mientras ponía mi dedo en el frío vidrio. Tracé una curva y dos puntos encima de ella, para dibujar una cara triste.

—Hija por favor, entiende nuestra situación —dijo mi padre
Bernart con ruego en su voz mientras conducía.

—Podíamos quedarnos en casa, yo seguiría trabajando y buscaría un empleo más.

—¿Y la escuela, nena? No la dejarás a un lado, tu obligación es encargarte de los estudios y nada más —Gerard, mi otro padre giró su cabeza para encontrarse con mi mirada de disgusto y capricho —.Es muy tierno lo que dices pero lo más importante son los estudios, cariño.

—Además, es un lugar enorme. Nos conviene ¿por qué debes ser tan difícil Amara? —Ciara que iba a un lado de mí, me lanzó una cara de pocos amigos y se cruzó de brazos.

—Que sorpresa tu comentario, hermana.

Ella juntó sus cejas y abrió la boca para decir seguramente algo bien pensado, pero Bernart le subió al volumen de la música, ahogado su comentario.

«Genial» pensé.

Mis padres se tomaron de la mano e intercambiaron una funesta mirada.

Me sentí mal por aquello, pero nada de esto me gustaba.

Tras media hora, mi padre estacionó el coche frente una enorme casa, la casa del alcalde de nuestro pueblo.

—¡Solo mira eso! ¡Es increíble! —Ciara entornó sus ojos azules en mi mirada y me regaló una mueca —Escucha Amara, sabes que no podíamos seguir en nuestro hogar, y nuestros tíos nos dieron una muy buena y agraciada invitación, nos adaptaremos —unió nuestras manos y alzó sus comisuras para tranquilizarme.

Está bien, todo está bien. Mi hermana tiene razón, a veces siendo menor que yo veía de un mejor optimismo las cosas.

Salimos del vehículo.

—Vamos hija, no quiero que te mojes —Gerard me abrazó y nos dirigimos a la entrada.

—En realidad eso no es lo que importa ahora.

Y ahí estaba, mi tía Alisson con su tan reconocida y radiante sonrisa que admiraba el pueblo completo, junto con su esposo Isaac abrazándola por la cintura con la misma sonrisa que su amada.

Mis padres les estrecharon las manos como saludo, al igual que mi hermana.

—En serio estamos eternamente agradecidos por todo esto ¿Cómo podemos pagárselo? —dijo Gerard.

—Hago lo que sea por mi hermano Bernat y su familia, y no es problema, podrán vivir aquí cuanto quieran, es un lugar enorme y nos gustará tener más compañía —Isaac abrió las puertas de su hogar y extendió sus brazos hacia ella —Sean bienvenidos.

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora