Capitulo 42

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Los brazos de Zerek me sostuvieron con firmeza ante la falta de fuerza en mis músculos

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Los brazos de Zerek me sostuvieron con firmeza ante la falta de fuerza en mis músculos.

De pronto, me sentía en esa sensación de vacío sin luz como cuando te drogas. Donde lo único que escuchas es tu propia falta de vida. Quería salir de ella, pero una cuerda me tomó de las muñecas y tobillos y me arrastraba con más ganas a la nada.

Zerek tomó mi cintura y me acercó a él, colocando sus labios cerca de mi oreja. Su respiración cálida no me estorbaba y me pregunté porqué.

—Dicen que el pasado ya no importa, que solo fueron momentos ya pisados, pero —continuó a lo bajo, observando los cuerpos de los demás que estaban en nuestro alrededor —algunas cosas que formaron parte de tu pasado, persistirán en tu presente y futuro. Cosas imborrables, un camino que no puedes esconder en la escarcha, siempre aparecerá la estación cálida para derretir todo el frío.

Pude separar un poco mi rostro para mirarlo. No leí en su rostro lo que sentía, yo ya lo sabía. Era melancolía y añoro.

Me tomó de la mano y no fue una sensación nueva, yo conocía la forma en que nuestras manos se unieron como una sola. Las alzó a la altura de nuestros hombros y pegó nuestros pechos.

—De la divinidad nacen dos almas, de ellas la esperanza y equilibrio —canturreó, moviendo su cuerpo de un lado a otro con el mío.

Estaba tan cerca de mí que en cualquier circunstancia con otro chico me sentiría asqueada, incómoda como menos, era probable que molesta, pero ahora, no había más que negrura en la profundidad del acantilado. No sentía nada. Ni una sola emoción me albergaba y no sabía si eso era peor.

Me encontré con los ojos de Blake que apenas me había avistado, había desolación que se enterró en mis brazos. De inmediato, regresó mi humanidad y me alejé de Zerek. Me quedé parada unos segundos frente a él mientras me estudiaba.

Me dí la vuelta y caminé dirección a la cocina. Atravesé a la gente que limpiaba lo de la cena y esquivando a cada uno con dificultad me acerqué a la puerta trasera para salir al jardín donde pasaba gran parte de su tiempo mi padre.

No escuché nada, no porque no había ruido, sino porque no quería hacerlo. Alcé mi rostro al cielo despejado y dejé que la inmensidad de las estrellas me dieran oxígeno.

                             *

A la hora de necesitar volver a meterme a la fiesta, sentía mi esófago quemarme, pero incluso ese dolor, me impulsó a adentrarme más.

—¿Estás bien? —Payton me preguntó, llevando a su hermana en brazos, quién estaba profundamente dormida.

Me sostuve del marco que daba a la sala. La gente seguía bailando mientras conversaban sosegadamente, un aire agradable se desprendía de todos lados.

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora