La fricción de las llantas sobre el camino me despertó de inmediato.
El corazón me dio un vuelco cuando las llantas resbalaron con el pavimento húmedo.
Los gritos de todos perturbaron el espacio sofocante. Apreté contra mi pecho el cuerpo de Amara como un intento desesperado de protección y el autobús proyectó el golpe contra una barda, cayendo. El vehículo se desplomó y todos sentimos el turbante movimiento del agua contra nosotros.
Nos hundíamos.
El frío abrazó cada arteria, cada vena y los gritos mis oídos.
Sentí el nudo en mi garganta y un pequeño momento de shock en mí.
Todos los alumnos estaban en un completo caos lleno de pánico y miedo.
El agua subía del piso. Miré a Amara, tenía una cortada en la frente que resbalaba. Inconsciente.
—Amara, Amara despierta por favor.
Con una sorprendente rapidez, el autobús comenzó a llenarse del la fría agua.
Los llantos y gritos de los demás te hacían sentir como si fueron tuyos.
—¡Amara! —grité sacundíendola por el miedo atiborrante de perderla.
Mi corazón frenó un poco cuando abrió los ojos, confundida.
Se puso de pie, y la cara de pánico que hizo me hizo saber que jamás la sacaría de mis recuerdos. Estaba en trance.
—Blake —salió de su boca una voz pesada.
—Está bien, todo estará bien.
Las ventanas mostraban la presión verdosa que nos proporcionaba el lago, la obstrucción de él. Estaba por encima de nosotros antes que el agua de dentro.
El agua tomó mis rodillas.
Tomé su mano y salimos de los asientos con dificultad, en medio del caos transformado en adolescentes que golpeaban la parte de atrás que está menos hundida. No había espacio para tanto miedo.
Miré los alrededores, el agua llegó a nuestras caderas. André, con el rostro a punto de vomitar. Era el único que estaba adelante, a la altura del chofer. Un cuerpo inconsciente estaba en el asiento y sobre el vidrio, había sangre del cuerpo de otro, el policía que nos acompañaba.
La mano del chico estaba sobre una palanca. Era la de las puertas cerradas ahora, y donde aún así entraba el agua.
Ambos nos miramos, él con sus ojos bien abiertos y yo con el corazón en la garganta. Lo entendía, era la única forma que nos daba solo unos pocos segundos para prepararnos. Asentí.
—¡Todos salgan ya! —repitió dos veces con gritos antes de hacer función a la palanca.
Cuando ambas se abrieron hacia dentro, la presión del agua fluyó abiertamente, haciendo difícil la tarea.
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Solo es un poco de oscuridad
FantastiqueSangre, luz y oscuridad reinaron entre el infierno y el cielo, con los gritos de guerra y agonía. Después de que las almas puras de los Arcángeles tomaran las llamas del infierno al ser los vencedores, obligan a los demonios a reencarnar en la Tier...