Capitulo 52

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Salí a toda prisa de la casa de Amara

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Salí a toda prisa de la casa de Amara. 

Llamé a Yurisa, seguro de que estuviera con los demás. 

—¿Dónde están? —escuché un grito de lamento que no reconocí en la otra línea.

—Emm... Lejos, Jayden no está bien. ¿Qué es lo que pasa? 

—¿Recuerdas que te conté de la chica que desapareció en el lago? 

—¿La muerta? —confirmó ella, mientras que en el fondo escuchaba cómo atormentaban a un hombre, de seguro su último tormento.

—Si, ella. No está muerta y sé dónde está. 

La llamada que tuve en la casa de Amara fue corta y simple.

—"La asustada Rose será la muerta Rose si no te presentas en La Cueva está noche. Espero que estés feliz al saber que aún no muere. Tendrás que venir solo. Ante cualquier tipo de amenaza, adiós cabeza de Rose"

No reconocí la voz, pero tenía que ir por ella, solo, pero no era estúpido. ¿Por qué querrían verme solo a mí?

No podía llamar a un humano como a André ya que lo consideraba incapacitado física y mentalmente para la ocasión.

Pero no tenía a nadie a quien llamar. Maldecí a la manada por su lejanía.

—¿Poul? —lo terminé llamando para mi sorpresa y como única opción. Necesitaba que estuviera a salvo la chica. 

—¿Si, hermano?

A los pocos minutos, me reuní con él a un kilómetro de La Cueva. Había traído consigo una daga, lo que me pareció extraño pero perfecto en este momento.

No sabía porqué, pero a pesar de las pocas veces que concidimos en los lugares poco tradicionales, sentía que podía llamarlo para que me ayudara a esconder un cuerpo. Como si no tuviéramos que esforzarnos por silenciarnos.

—¿Estás seguro? Solo es una chica ¿Para qué te quieren a ti? 

—No lo sé, pero si es quien creo, solo tengo las intenciones de asesinarlo, no más. Tú sacarás a la chica y olvídame. De lo demás me encargo yo. 

—Como tú digas, compañero. 

Nos aproximamos al lugar, pero algo no iba bien. No había luces encendidas, ni una sola voz. 

Nos adentramos y en poco tiempo, una luz apuntó una jaula de acero cruzada sin mucho espacio para sacar una sola mano. Y en ella, estaba Rose sentada con la cabeza gacha y rendida. Se veía más delgada y débil. 

Subí al ring lo antes posible y con el ruido del brinco, saqué a la chica de su cabeza.

Cuando alzó la mirada, la furia me alimentó al ver su ojo derecho hinchado y un labio roto, un pómulo morado y la delgadez por la falta de comida. Su piel ceniza y sus labios secos. 

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora