Capitulo 37

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Salí después de un rato a la calle

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Salí después de un rato a la calle. Para mi sorpresa, el auto de Blake estaba estacionado cerca aunque me desconcertó un poco que estuviera aquí pues, recuerdo muy bien que los chicos se fueron en el carro de Yurisa. 

Regresé y busqué las llaves del auto. Estaban colgadas en un porta llaves junto a la puerta. 

Me siento tan asfixiada aquí que lo único que quería era salir del departamento, pero me parecía imposible cargar y bajar por las escaleras con Blake en brazos, conozco mi límite. 

Tomé un cuchillo de cocina que encontré en uno de los cajones y le quité todos los nudos que llevaba por el lazo en sus extremidades. 

Me detuve para ver sus rasgos relajados. Parecía tan vulnerable con un poco de cabello sobre su frente que bien pudiera parecer un niño. Él no me haría daño nunca, de eso estaba segura. 

Detuve mi pensamiento un momento al recordar el corte en mi garganta, un corte que apenas y sentía, pero ahí estaba. Sin embargo, había sido Kael, no Blake. 

Después de divagar con las ideas de mi cabeza sin dejar de mirar una mancha que había en la pared de la cocina, me puse de pie y comencé a recorrer el lugar. 

Su simpleza era su virtud, y al entrar a uno de los cuartos, supe que era el departamento donde Zerek vivía. En un armario abierto tenía pocas prendas colgadas, entre ellas, el abrigo que solía ponerse. No supe que reconocía un olor en Zerek hasta que me acerqué a su cama y me llegó a mi, un olor suave pero definido. Su esencia. 

Su cama tenía unas cobijas azul marino, con un par de almohadas blancas. En la puerta del armario, había un espejo. Había un escritorio de madera con una pequeña lámpara y su mochila en la silla de esta. 

Era un sitio ordenado y pulcro. No detectaba un solo rastro de polvo en los muebles o en el piso. No había ni una sola foto, un poster o algo que le diera vida a la recámara. No había aparatos electrónicos como televisión, radio, computadora. 

Sabía que no me competía y que cruzaba las lineas de la privacidad, pero al abrir uno de sus cajones de un buró, las playeras estaban bien dobladas y hasta organizadas por colores. Tanta meticulosidad me hizo arrugar la nariz. 

Parecía un soldado rígido, estudiando en su internado con el resto de sus compañeros. Incluso los cadetes tenían un poco mas de apego a una foto o algo. Un soldado, un guardían, pensé, al mismo tiempo que cerraba los ojos y suspiraba. 

Me senté en el colchón con las manos apoyadas en mis muslos. 

Yo siempre entendí que nuestras capacidades de conocimiento del hombre tal vez nunca abarcaría la totalidad, pero nunca me imaginé a qué grado. 

Nunca fui una mujer que creía en la iglesia con tanta fe, pero sí en un dios aunque, nunca me plantee una idea seria de la existencia de un cielo e infierno. Se me hacía una idea tan lejana que no intentaba alcanzarla para meditarla un poco. 

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora