Capítulo 12

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Zerek cerró la puerta tras entrar

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Zerek cerró la puerta tras entrar. Y de nuevo aquí, al armario.

Sólo guardamos unos segundos silencio.

—Lindo anillo —observó el anillo que no me había quitado desde que lo encontré la primera noche que me mudé con mis tíos.

—Gracias —fue lo único que pude decir.

Para ser sincera, aún no me había recuperado de lo que pasó en el armario con Blake. Todo se volvió denso. Su voz profunda podía pasar por cada parte de mi piel y sus grisáceos acompañantes turbios del momento no se despegaron de mí por ningún segundo y aunque quería bajar la mirada, no podía, mi cuerpo me lo negaba. Llegó un momento en que nuestros alientos podíamos sentirlos en las mejillas. Todo desapareció, el ruido, el tiempo, solo estaba su voz, su respiración, y sus labios…

Noté que tenía una cadena el chico frente a mí y dentro de su playera escondía el dije.

—¿De qué es tu collar?

Puso su mano sobre su pecho, seguramente donde tenía el dije.

—Es mi origen —dijo con seriedad apagando su voz unos segundos—¿Qué se supone que se hace en armario durante siete segundos? Jamás había estado en un lugar donde organizaran algo así —rió un poco, muy cerca de mí, al igual que Blake, tenía que encorvarse un poco por su estatura mayor a la mía. Por alguna razón, sentí que estaba jugando con sus palabras.

—¿Nunca tomaron una botella tus amigos y jugaron?

Pensó por algunos segundos y volvió a sonreír.

—No, jamás.

Tragué saliva, me estaba poniendo nerviosa y no sabía porqué. Su cercanía cada vez era más considerable.

—Se-se supone que se puede hacer lo quieras. Puedes hablar, compartir algunos minutos solos, pero principalmente y por lo que es reconocido el juego —me costó un poco de trabajo decir esto último— es hacérsele de las suyas —tragué saliva.

Asintió, entrecerrando los ojos de manera juguetona. Chasqueo la lengua y puso su peso en una sola pierna, cruzando los brazos.

—¿Sabes? Cometes errores y claro, todos los humanos lo hacen, pero vuelves a cometer los mismos y eso ya te vuelve estúpida.

¿Perdón? ¿Qué acababa de decir?

—¿Quién te crees que eres? No me conoces y no sabes quién soy.

—Tú no tienes ni idea de que estás hablando —puso su mano alado de mí oreja, contra la pared, poniéndome más nerviosa, pero parecía sosegado ahora— Y no sabes cuanto te extrañé.

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora