Estaba a medias escaleras cuando empezaron los forcejeos, como las otras veces que lo he echo. Cuando escuché el llanto fue cuando decidí bajar, esconderme lo mejor que pude en las sombras que provocaban las paredes para que papá no pudiera divisarme. Aunque lo dudaba, sabía que cada vez que las cosas se ponían mal entre mamá y papá era porque papá no estaba bien, como decía mamá en las noches antes de que me fuera a dormir, al arroparme.
Tomé la base de madera y la estruje con fuerza cada vez que mi mamá soltaba un llanto con más fuerza y temor.
Papá era mucho más alto que mamá y más fuerte.
Lanzó un puñetazo al rostro de mi mamá y ella giró su rostro por la fuerza, perdiendo el equilibrio.
Apreté más la madera.
-¡Basta, Henri ¡Por favor! Nuestro niño está mirando -suplicó con la voz que le quedaba, quebradiza.
Mi pecho me ardía, quería cerrar los ojos pero no lo hacían. Mis ojos no paraban de llorar como si me hubiera impuesto un castigo yo solo.
Pateó a mamá repetidas veces. Veía como soltaba gemidos con cada sofoque con los ojos apretados en el llanto mudo. Mi padre jadeaba por la fuerza que aplicaba. Fue hasta que mamá no respondió que corrí hacia ella y me puse entre ambos.
Él se detuvo con la ira ardiendo en su rostro.
Me pegará, era lo que brincaba en mi cabeza.
-¡¿Qué mierdas haces estorbo?!
Mi estómago se contrajo pero estaba tan asustado y enojado que le grité.
-¡No toques a mamá! ¡Déjala en paz ya! -con los ojos en el parpadeo para las lágrimas.
Subió su mano y cerré los ojos para no ver venir su golpe. La sentí, sentí el ardor recorrer mi rostro del lado derecho que hizo que mi cabeza girara. Sentí la sangre subir a mi mejilla y solo ese dolor me llenó de cólera. Viendo el mismo escenario con mi mamá en mi posición.
-¡Que te quites maldita sea! -bociferó para depositar un gancho a mis costillas con un mal equilibrio.
No solo albergaba alrededor de él el olor a alcohol, también el humo del cigarro repugnante.
Dió unas grandes zancadas para azotar la puerta al salir de la casa. El nudo de la garganta se debilitó pero mi giré para ver a mamá que seguía en el suelo.
Comencé a llorar porque no era la primera vez que la veía en el suelo, débil y sin poder hacer nada. Me odiaba por no haber echo algo antes ¿Por qué no bajé antes?
Moví su hombro pero no respondía con mi desesperación líquido por la cara.
*
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Solo es un poco de oscuridad
ParanormalSangre, luz y oscuridad reinaron entre el infierno y el cielo, con los gritos de guerra y agonía. Después de que las almas puras de los Arcángeles tomaran las llamas del infierno al ser los vencedores, obligan a los demonios a reencarnar en la Tier...