Capitulo 43

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El lugar era denso, y por las advertencias desde que era una niña de no pisar la zona muerta, me era impresionante ver cómo nos podíamos adentrar cada vez que queríamos sin problema alguno

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El lugar era denso, y por las advertencias desde que era una niña de no pisar la zona muerta, me era impresionante ver cómo nos podíamos adentrar cada vez que queríamos sin problema alguno.

No, en realidad no hacía calor, las calles eran frías con el viento silbando pero eso no importaba, los gritos que desgarraban las paredes me encerraba en la angustia aunque la mayor parte de mí no quería reconocerlo.

Cuando ladró con dolor a los chicos, cerré los ojos antes de volver a voltear a verlo.

Zerek se encontraba en una silla de fierro viejo y oxidado, amarrado de brazos y piernas con cadenas pues no querían que unas escuálidas cuerdas interrumpieran su interrogatorio.

El cabello lo tenía pegado a las cienes por el sudor que le escurría por el cuello, con las venas resaltadas de brazos y rostro. Parecía una persona en una silla eléctrica pero en realidad, prendieron la vieja chimenea de ese cuarto que en algún momento fue una sala cálida y el método de tortura era el calor.

Orien, sonriente miraba el fuego con su daga en la llama, moviéndola y girándola.

—Solo son respuestas sencillas, nada más.

Zerek apretó los dientes y volvió a jalar los brazos para intentar salir de ahí, gracias a eso ya tenía las muñecas magulladas de tanto jalarse.

Yurisa estaba sentada, recargada en una pared. Aburrida observando la escena mientras jugaba con su instrumento.

—Bueno, aquí vamos de nuevo —Orien se alejó del fuego, con el hierro ardiendo de su daga.

Blake estaba junto a ellos, sereno pero decidido, con la espalda ensanchada. Queriendo estudiar lo mejor posible a Zerek, que maldecía a Orien cada vez que podía.

El joven castaño, pegado a otra pared, se mordía las uñas y de ves en cuando movía la pierna por el nerviosismo. Pero insistió en venir, y aquí estaba Payton, mordienose el labio cada vez que el alma de Zerek se le salía de la garganta.

—Zerek —endulzó con falsedad su voz, muy cerca de él —dinos ¿Qué más sabes sobre el infierno? ¿Qué fue lo que pasó como para que nos enviaran aquí? ¿Cuántos más están desterrados?

Orien no era una persona paciente y parecía

no querer hablar Zerek, todo lo contrario. Mal miré al chico cuando este pasó su lengua por sus labios rojizos por su propia sangre y con lentitud amplió sus amigos de descaro y sonrió. Se veía débil y aún así, no perdía la cordura. 

Lo disfrutaba. Gozaba la desesperación que desprendía de los ojos de Orien, los ojos de todos. 

Orien, de repente pero esperado clavó la daga y enterró el filo en si pierna que había cargado con dolor solo para él. El chico podía evitar hablar, pero no gritar.

Solo es un poco de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora