Soy gilipollas.
— Lo siento, lo siento, lo siento. — intento disculparme mientras me quito los cascos de los oídos
— No te vi.
Su expresión es neutra y cuando pienso que está enfadado sonríe divertido. No sabía que la ropa deportiva le sentara tan bien.
— Vaya, veo que te va el deporte.
— ¿Debo sentirme halagada? — me cruzo de brazos enarcado una ceja en su dirección.
— Relax, fiera. Era una broma. — se acerca más de lo normal y me susurra al oído — ¿Puedes presentarme a tus amigas?
— Serás...— lo alejo de mi de un empujón.
— Venga, sólo quiero hacer amigos. Estoy muy aburrido aquí.— hace un puchero que me lleva a preguntarme cuál era su verdadera edad mental.
— Y quieres divertirte con mis amigas.— afirmo vacilante.
— ¡Si!— asiente sonriendo y yo levanto el puño en su dirección - No de esa forma, joder.
— Adiós, Cameron. — ruedo los ojos y me acomodo mejor los pantalones cortos de correr.
Me pongo en movimiento de camino al hotel después de pasar casi una hora fuera, el sol apenas puede deslumbrarse en lo más alto.
Cuando salí, mis amigas aún seguían dormidas y no quise despertarlas a pesar de que ayer me dijeron que saldrían conmigo a correr. No me sorprendía que se quedaran dormidas después de haber estado fuera hasta las tantas estos últimos días.
<< Aguanta un poco.>>
Llevo mi mano hasta mi barriga que no ha dejado de rugir como un león hambriento. Detengo mis pasos y cuando consigo entrar en la recepción, unos brazos rodean mis hombros.
— Me estoy hospedando aquí también, no escaparás de mi.— Cameron me sonríe y a pesar de que me cae bien, no es buena idea que quiera conocer a mis amigas.
Mi móvil suena y quito la vista de la espalda del americano.
— Espéranos en el hall.
— Cómo...
— Ava y sus prismáticos.
Río a través de la línea y les pido que no tarden.
Observo a la gente que va saliendo del hotel, parecen demasiado ajetreados y es lo que más he notado en mi estadía aquí. No solo eso, la mayoría solía ser distante y por lo que escuché se debe a que son demasiado reservados cosa que en España la gente era mucho más abierta. Aunque a alguno le vendría bien cerrar un poco el pico y no ser tan cotilla y entrometido.
Mi mirada se centra en uno de los espejos que hay en el hall y ahogo un grito cuando veo con qué pintas estoy: unos pantalones cortos negros y una camiseta blanca que muestra mi vientre, ropa no muy adecuada para estar aquí de pie. Suelto mi pelo que se a mantenido atado durante todo el camino en un intento de ocultar mi rostro de la gente.
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Cuidado con el alemán #1
RomanceEn edición. Primer libro de la trilogía Cuidado. Decidme que ese de ahí no es el jodido alemán que me trastornó la cabeza en mi adolescencia. Por Dios, decidme que ese que va acompañado de una avispa andante no es el mismo idiota que pasaba de mi cu...