Capítulo 16

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—¿Seguro qué no quieres nada?

—Si, puedes retirarte.

Con un asentimiento de cabeza salgo de su oficina con cierta incomodidad en mi cuerpo, no insistiría más por hoy. Desde que llegamos a Madrid se ha estado comportando extraño, es más distante conmigo y cada vez que estoy a su lado me ignora como si evitara tener todo contacto conmigo.

Lo he notado, no soy tonta y Patrick lo sabía muy bien.

Suelto la manija de su puerta y camino hasta el pequeño escritorio para tomar mis cosas, estaba cansada y lo único que quería era llegar a casa y dormir hasta el otro día. Le echo un vistazo a Patrick a través de los cristales que nos separan pero el sigue con la nariz metida entre sus papeles.

«Ojalá que para la semana esté de buen humor.» pienso una vez que lo tengo fuera de mi campo de vista.

Las cosas por casa iban de viento en popa. Nuestra relación de amistad era buena y por lo tanto no solíamos tener problemas entre nosotras eso sí, había días en el que discutíamos pero no era para alarmarse. Pero esa noche...esa noche iba a armarse la tercera guerra mundial.

—¿Qué coño haces en mi cama desnudo? — grito intentando cubrir mis ojos con mis manos. — ¿Quieres cubrirte?

El chico se levanta se forma rápida y busca algo con que cubrirse mientras se rasca la nuca. Mis ojos están apunto de salirse cuando veo que toma mi almohada en forma de corazón de mi cama y cubre a su amigo con esta.

—¡Pero tú, bestia!— el intenta huir de mi con miedo en su mirada, me doy cuenta que no ha dicho nada desde que me vio.— ¿Te ha comido la lengua el ratón? ¡Qué dejes eso ahí te he dicho!

Y cuando por fin me hace caso, tengo que girar mi cuerpo cuando tira la almohada de corazón a un lado.

«Si es que este más tonto y no nace.»

—Pero qué...Oh, llegaste. — dice Ava con una sonrisa de «la he cagao' y mucho» en su cara.

—¿Quieres decirle a este tipo que salga de mi habitación, por favor?— digo intentando permanecer serena.

Cuando pienso que va a hablar, me quedo estática en mi sitio al verla hacer signos con sus manos. Me olvido por un momento de su desnudez y veo como el chico le responde con señas.

—¿Es sordo?

—Si y tampoco puede hablar. — dice y camina hasta su cámara que descansa a un lado de mi escritorio. — Que mala eres.

Sonrío y tiro de la coleta mal hecha que lleva. Ella se queja intentando zafarse de mi agarre.

— Y tú eres peor por jugarte con las discapacidades de los demás. Cómo si no te conociera bien como para saber que ese que está desnudo ahí fuera habla más que tú y yo juntas.

Cuidado con el alemán #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora