LVI

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* Narra Yeo One *

Era lo hora. Estábamos frente a la puerta de mis padres. Tenía el corazón en un puño. Yan An trataba de tranquilizarme acariciándome la mano. Mi hermano estaba delante. Él tocaría al timbre.
Cuando sentí la puerta abrirse, solté la mano de mi pareja bruscamente. Me miró apenado pero me entendía.

- Hola hijos. - La voz de mi padre sonaba más seca que de costumbre. - Y ese chico quien es? - dijo señalando a Yan.
- Es Yan An, de mi grupo...
- Ah, sí, el chino. - cortó rápidamente mi padre.
- Es un placer conocerle. - dijo Yan An inclinándose con una falsa sonrisa.
- Si, ya... Pasad.

La actitud borde de mí padre no había cambiado. Nos llevó hasta el salón, donde estaba mi madre.
Esta me saludó con un beso.

- Cuánto tiempo sin verte, hijo mío... - Se inclinó sobre una pierna para ver a Yan An, que se escondía detrás de mí, y cambió el tono a uno más serio. - Y ese chico quien es?
- Es Yan An, mamá...
- Encantado. - dijo repitiendo la misma acción que con mi padre.
- Eres chino, no?
- S-Sí. - tartamudeó él nervioso.

Mi madre puso una cara extraña y se giró para dirigirse a donde estaba antes.

- Bueno hijo, que era eso tan importante que tenías que decirnos? - recordó mi madre.
- Si... Esto... Eh... - mis manos volvían a sudar y mi cuerpo a temblar. - Quiero decir que... No sé por dónde empezar...
- Empieza de una maldita vez. - dijo muy serio mi padre sentado prácticamente enfrente de mi, bajando el periódico que estaba leyendo y le tapaba la cara.

Tomé aire. Pensé en Yan An, en todas las cosas vividas juntos y cuánto le amaba. Busqué su mano para entrelazarla con la mía, y en cuanto la sentí, la tranquilidad se apoderó de mí. Suspiré una última vez antes de hablar.

- Yan An y yo vamos a casarnos. Llevamos un año siendo pareja. Veníamos a invitaros a la boda...

El silencio se apoderó de la sala. Un golpe sonó contra la mesa y mi progenitor estalló.

- Fuera de mi casa los dos! No quiero veros por aquí...

Mi madre lloraba como si le diesen la peor noticia de su vida.

Agarré a Yan An y salimos de aquella casa. Mi hermano me dijo que lo esperáramos fuera, que él saldría enseguida, pero antes necesitaba aclarar unas cosas.

Nos sentamos fuera al lado de la puerta. Escuchamos gritos de mi padre y de mi hermano. No fui capaz de distinguir mucho, un comentario horrible de mi padre diciendo "aún por encima de maricón, tiene que ser chino".
Yan An ocultaba su hermoso rostro entre sus rodillas dobladas. No me di cuenta de que lloraba hasta que escuché un sollozo. Me agaché delante de él, aparté sus piernas y acaricié su cara, limpiándole las lágrimas.

- Son idiotas, lo siento Yan An.

Su llanto se volvió más fuerte. Las lágrimas empezaban a brotar de mis ojos también.

- No llores Yan An, mi amor. Por favor, sé fuerte. Eres mi príncipe, siempre serás mi príncipe aunque mi familia nos odie. Eres lo más importante para mí, pequeño.

Él seguía sin poder hablar. Me abrazó sin decir nada y continuó llorando un rato mientras los gritos de mis familiares se seguían oyendo de fondo.

- Sécate las lágrimas... Parece mentira que seas tú el que más llora... Recuerdas cuando te rompiste la pierna? A ti era a quien más le dolía, pero quién más lloró fui yo. Yo soy el que llora... Y no quiero que tú también lo seas... Si lloras es por qué no eres feliz, pequeño, y si no eres feliz es porque yo no soy capaz ni de hacerte feliz... Que asco de novio tienes...

En ese momento volvimos a los papeles normales, yo llorando y él consolándome. Sentados delante de la puerta de mi antigua casa, esperamos otros cinco minutos a que mi hermano saliese.

- Ya he acabado... Ey, enano, que pasa? - preguntó preocupado - estamos aquí para ti, de acuerdo? No llores, por favor...

Nos abrazamos los tres durante unos treinta segundos, hasta que paré completamente.

- Venga, pasaréis estos días en mi casa. Pero hoy vamos a tomar esa copa que os prometí.

Volvimos a su casa. Yan An y yo nos instalamos juntos en la habitación de invitados. Mientras dejábamos nuestras cosas, Yan An suspiró fuerte.

- Que pasa, cariño?
- Creo que la cosa con tus padres no podía haber ido peor, hyung...
- Sabes qué? Ellos se lo pierden, así no tendrán la oportunidad de conocer al hombre más maravilloso del mundo.

Me besó suavemente y luego acarició mis manos intentando tranquilizarme. Siempre lo hacía, y siempre lo lograba.
Yan An era paz y amor.

Lemon Yan-Gu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora