LVIII

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* Narra Yan An *

Pasamos el resto de nuestra estancia en Daejeon haciendo cosas con el hermano de Chang-gu; hasta que llegó el día de irnos. A las 8:13 cogíamos el tren, para llegar a las 9:15 a Seúl. Y allí estuvimos a esa hora. Incluso antes. Faltaban todavía 10 minutos, cuando algo sorprendente ocurrió. Los padres de Yeo se presentaron allí. Se pararon delante nuestra, hicieron una leve reverencia y el hombre tomó la palabra.

- Creo que el otro día cometimos un error. Tened claro que esta relación no nos entusiasma, ni siquiera nos agrada, pero si vosotros os queréis supongo que debéis estar juntos.

Chang-gu me miró, y yo le miré a él extrañado.

- Veníamos a disculparnos y a preguntar... Seguimos estando invitados a la boda? - concluyó la madre.

Yeo puso cara de sorpresa, y luego de desprecio. Se giró y tomó mi mano. Quiso tirar de mi e irse, pero no me moví.

- Yo... Creo que no me han tratado con respeto, pero yo sí lo haré ahora con ustedes. Nos habéis despreciado, a vuestro propio hijo y a su pareja, y desde mi punto de vista Chang-gu tiene todo el derecho del mundo a estar enfadado con vosotros. Yo sin embargo... - suspiré y continué con voz cansada - Fui criado por una familia respetuosa y tolerante, y me enseñaron que hay que serlo con todo el mundo, así que, aunque les considere personas desagradables y las cuales han hecho mucho daño a alguien que les quería y respetaba, a quien yo también quiero mucho, es más, es la persona a la que amo y con quién quiero pasar el resto de mi vida, no puedo odiarles. No puedo, simplemente soy incapaz. Sé que todo el mundo comete errores... Estoy seguro que esta vez el fallo no es nuestro por querernos, si no suyo por retrógrados. Siento si se sienten ofendidos, no es mi intención.

Chang-gu se giró de nuevo y sonrió. Después si que me dejé llevar.

- Pero podemos ir? - preguntó la mujer.
- Haced lo que queráis. - contestó Yeo.

El hermano de Yeo nos siguió.

- Chicos, os vais sin despediros de mi?

Yeo le abrazó, le dió un beso en la mejilla y susurró algo en su oreja. Él le dió un golpe cariñoso en la cabeza, y se giró hacia mi. Estiró los brazos y me abrazó fuerte.

- Gracias por cuidar a Chang-gu - me susurró.

Me soltó, se inclinó un poco, y se fue hacia la salida despidiéndose con la mano.
Nuestro tren había llegado, nos montamos y emprendimos el viaje de regreso a casa.

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