Fotografía

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Lo sé, lo sé, soy la peor de las peores... no he respondido sus comentarios de floja, y sin embargo, los he leído todos... a pesar de que no se los haya contestado, atesoro mucho que se tomen un tiempo para dejarme sus opiniones, me gusta saber que a las personas les gusta lo que escribo. En fin... Guntherlina mañana debe viajar, durante el bus tratará de conectarse para responderle a las lindas lectoras que dejan comentarios a la ingrata de mí... ok amo el drama.

Dejo esto y aprovecho de decirles que quedan solo dos capítulos para que termine la temporada :3

Cuídense, y disfruten la lectura <3

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Fotografía

Se encontraba recostada junto al pasto pensando en ella misma y en la relación que tenía con Nevra; recordó por milésima vez las palabras de la kitsune y el ultimátum que esta le había dado al vampiro. Su cabello pardo era jalado suavemente por el estéril viento de verano, una silenciosa caricia que al sentirla solo pudo cerrar los ojos para dejarse llevar plenamente por sus sentidos cargados de emociones contradictorias. De pronto y en medio de aquel campo llano, ella sintió una bella melodía traída por el viento lejano, era una melodía que producía bajos y altos, y que aun en medio de un lugar abierto, hacía vibrar toda su piel.

-Entonces, soy Fenghuang y mis antepasados están en la tribu Zhi-Fenhguang. –murmuró mientras se levantaba para seguir tan bella música, sus pies la guiaron hasta el nacimiento de aquella sinfonía.

Era una humana Fenghuang curiosa, y estaba orgullosa de eso, orgullosa de ser lo que era y orgullosa de tener a alguien que la defendiera por ser lo que ella era.

Caminó sin cautela hasta llegar al primer empedrado de la ciudad, ahí lo vio, ahí en ese lugar vio al joven músico, el mismo muchacho que una vez había estado sobre un viejo podio haciendo malabares con bastones de madera. Tenía los ojos cerrados y un rostro sereno, sereno como las vibraciones que transmitía aquel violoncelo.

Frente a ella estaba el joven sentado en una silla sobre el pavimento, y frente a ellos un pozo y un grupo de casas que se arremolinaban por la calle, a lo lejos y hacia el otro lado, la castaña se dio cuenta de los familiares que se encontraban pastando al fondo del valle; aquel valle en el cual ella había meditado era el límite entre el reino y la naturaleza, un límite que no estaba protegido. Luego de percatarse de aquello, no quiso interrumpir al músico por lo que se sentó sobre la orilla del viejo pozo mientras observaba atentamente al hombre de cabello rubio azulado. Notó en él orejas como las de ella, y dos colmillos que sobresalían de manera fina y a la vez exagerada, cubriendo parte de sus labios superiores, muy parecidos a los colmillos de Jamón. De su cabeza rubia lograban sobresalir dos cuernitos que pasaban imperceptibles, a menos que alguien los mirara fijamente, tal como lo estaba haciendo Erika en ese momento.

Cuando el joven abrió los ojos, detuvo la música de inmediato al verla. Sus ojos afilados se crisparon y se posaron directamente sobre los ojos violeta de la faelienne, sus labios se fruncieron haciendo una mueca de preocupación.

-Lo lamento, -se disculpó, la castaña. –no quería interrumpirte, solo pasaba por aquí y escuché tu música. Es una maravilla, tocas muy lindo. –sonrió, sin embargo, el chico no le contestó, tomó su instrumento y comenzó a guardarlo. –Enserio no quería interrumpirte... -reiteró, la muchacha. –Soy yo quien debería irse. –se levantó rápidamente para dejar solo al joven quien se había detenido al escuchar a la humana. Erika se dio media vuelta para irse por entre la ciudad, hasta llegar a la gran cúpula del castillo que sobresalía en el cielo de todo el reino.

Te recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora