Al azabache no le importó si el maldito collar con pintas rosadas adornaba el bellísimo cuello de ella, pues sabía que el rubio que le había obsequiado la gargantilla a su chica JAMÁS le haría las caricias que en ese momento él le estaba entregando. Enterrado en su cuello movió rápidamente su nariz para arrastrar la infernal joya para así dar paso a los besos constantes que comenzó a dejarle en la piel a la castaña. Pequeñas caricias que comenzaron a ser besos, besos que se transformaron en chupones y chupones que se convirtieron en pequeñas mordidas.
Posicionado arriba de ella y con la nariz y los labios pegados a su piel, instintivamente comenzó a embriagarse con el aroma que desprendía la joven. Sin calma alguna y fuera de razonamiento comenzó a clavar sus colmillos en ella, sin romperle la piel, sin llegar a su sangre, ese simple gesto era lo que lo hacía sentir como un depredador que torturaba a su víctima, solo que, en ese caso, su presa no era nada más ni nada menos que Erika, la chica por quien había jurado jamás morderla... justamente lo contrario de lo que estaba haciendo en aquel momento. Con cada clavada de sus filosos colmillos que sacaba a la luz de la noche, el vampiro sentía como su dama se tensaba y como a la misma le palpitaba furioso el corazón... sin duda las pequeñas mordidas le estaban haciendo doler, por lo que, pensando en calmar el malestar de la castaña, lentamente comenzó a arrastrar su mano por la cintura de ella tocando cada parte de piel que podía sentir entre el pantalón de la chica y la polera de esta.
Una lucha se comenzó a formar en su interior, dos bandos opuestos, el razonamiento versus el instinto vampírico, separarse de ella versus morderla y caer ante el gran libido que estaba sintiendo por primera vez al tratar de morder a una mujer, al sentir esto le era imposible negar lo loco que se estaba volviendo por ella. ¿Cómo no resistirse a las largas pláticas que ahora eran un manjar para él? Él le había mencionado que una mujer debía de ser una tremenda estúpida para dejarse morder por un vampiro, pero en ese momento, al estar con la faelienne sentía que era él, el único estúpido que no podía parar aquellos instintos arcaicos y recónditos que le insistían en que la hiciera suya como presa...y como mujer.
La poca cordura que le quedaba se disparó al sentir la mano de ella rodeando su cintura para acercarlo más y al ver que la chica estiraba el cuello para darle por fin entrada a beber su sangre; al mismo tiempo su libido bajó al escuchar el sonoro estruendo de la puerta al rebotar contra la pared.
Era Chrome quien había llegado en el momento menos oportuno y a la vez más oportuno puesto que lo que menos quería era hacerle daño a la chica... a su chica.
A la vista de Erika y Chrome salió rápidamente de la habitación, pues no quería que ella viera o se diera cuenta frente a él lo que había tratado de hacer hace tan solo unos pocos minutos atrás. Aún agitado por aquellos sentimientos contradictorios que sintió en aquel cuarto se vio obligado a salir de la casa en donde se albergaban. Tomó aire y cuando ya estuvo listo por entrar se topó con Ewelein, quien al igual que él también estaba agitada pero por motivos completamente diferentes.
La elfa se acercó al vampiro hasta quedar justo al lado de él.
-¿Largo el viaje? -preguntó la enfermera.
-Bastante.
-¿Porque no le compusiste inmediatamente el pie a Erika?
-Tuvimos una discusión. -confesó el azabache.
Al escuchar eso la chica sonrió.
-Con todo lo que ambos discuten parecen un matrimonio. -sonrió.
-¿Hablo con Eweleïn o con la doctora corazón?
-Con ambas -se relajó. -Reconozco eso...esa mirada, esa agitación, esos evidentes colmillos -lo miró preocupada- ...tienes hambre. -sentenció.
-No solo que... casi muerdo a Erika. -habló preocupado.

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Te recuerdo
RomanceEl líder de la guardia Sombra era el típico hombre apuesto que utilizaba sus virtudes para hacer caer a las jovencitas que lo perseguían día y noche... al menos era eso lo que él quería aparentar. El C.G se impregnaba de nuevas reclutas, entre ellas...