Capitulo 11

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       Cuando desperté, el mundo a mi alrededor giraba de manera horrible. Mis oídos zumbaban y mi cabeza dolía. Abrí mis ojos y esa sola acción provocó más dolor. Lentamente fui sentándome en la cama. Ni siquiera podía reconocer mi propia habitación. Mis pies tocaron la alfombra y tuve que correr tambaleando hacia el baño.

       Estuve como diez minutos abrazada al inodoro por las arcadas que tenía.


       Jamás volveré a beber así.
Me repetía en la cabeza.

Cuando me aseguré que no devolver. Me desnudé, me quité la pijama que tenía, ni idea de cómo llegó a mi cuerpo, y me metí bajo un enorme chorro de agua.

        Lavé mis dientes y volví a ponerme algo de ropa encima. Cuando salí del baño, en la mesita al lado de mi cama, había una bandeja que contenía un vaso de agua y dos pastillas. No pregunté de donde salieron y tampoco me interesó. Solo las trague y la baje con agua.
       Mi cama estaba hecha, así que imagino que alguien debió traerlo.


       Me sentía de la patada. No sabía como diablos los tipos de Hangover pudieron hacer tres malditas películas si la resaca es horrible. Mi cabeza duele muchísimo, mi estómago está molesto y el mundo gira. ¡Joder! Nunca había estado tan mal.


       Me tumbe en mi cama recién hecha, de espaldas y me quedé sin moverme. Si estaba tranquila el dolor no era tan intenso. Cerré los ojos y me reté yo misma a quedarme como estatua.

En algún momento me quedé dormida y cuando desperté me sentí mejor. Esas pastillas hicieron maravillas. Mi cabeza dejó de doler, mi estómago no estaba tan enojado y el mundo volvió a la normalidad.

Lavé mi cara en el baño y salí de mi habitación. Más motivada, baje las escaleras en busca de mi familia.

Por las ventanas podía ver el cielo oscurecido en unos tonos de violeta convirtiéndose en azul oscuro.

En la sala de estar no había nadie y fui a la cocina.

—Buenas tardes señorita Artemis—me saludó Ana—¿Esta mejor?

—Hola Ana, si ya me siento mejor.

—Me alegro mucho. Siéntese. Le calentaré algo que le preparé. Le hará sentirse aún mejor.

—¿Donde están todos? —pregunté con curiosidad. No era posible que todos estuvieran con resaca.

—El señor Stefanides está viendo un juego de baloncesto con el señor Jorge. Su madre y la señora Beta están acompañando a sus abuelos al teatro. La señorita Camila acaba de llegar y su hermana está descansando en su habitación, no se ha sentido bien en todo el día.

Me hubiese encantado ver el juego con mis padres. Los tres teníamos la misma pasión por el baloncesto. Era agradable y la pasaba muy bien cuando los acompaña al estadio. Siempre podía saludar a mis jugadores favoritos.

Ana puso un tazón de humeante caldo frente a mí. Olía delicioso y se me hizo agua la boca. Agarre la cuchara y probé un poco. El calentito caldo le hizo maravillas cuando llegó a mi hambriento estómago. A pesar de estar caliente, me lo acabé a una velocidad sorprendente. Tenía mucha hambre al parecer.

—Muchas gracias Ana—le sonreí y salí de la cocina rumbo a las escaleras. Me preocupaba que mi hermana no se si tienes bien en su estado.

Toqué su puerta varías veces y al no obtener respuestas entré. Ella no estaba en la cama ni a la vista. Iba a llamarla, entonces escuché ruido procedente del baño y fui haci allí. Andrea estaba en el piso abrasada al inodoro devolviendo todo lo que tenía en su estómago.

Casada Con El Enemigo ©️ +18 CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora