Capítulo 82

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Respiro un olor limpio y mentolado. Lleno mis pulmones con ese aire fresco y relajo mi cuerpo. La suavidad debajo de mi es  condescendiente con mi dolorido cuerpo y suspiro de placer. Acabo estar consciente de todo y abro los ojos sin dificultad alguna.

Mantén la calma. No nos volvamos locas.


Veo la habitación por completo. Las puertas, las ventanas, las cortinas que, esta vez están cerradas, los sillones vacíos frente a la cama. Escucho el pitido de las máquinas y recuerdo todo. La enfermera, el doctor, los tipos grandes y todo lo que pasó después.

Bajo la vista a mis manos y veo la intravenosa en su lugar, también veo una cabeza cubierta de cabello castaño reposando a mi lado y una mano con alianza agarrando mis dedos.

Mis ojos pican de las lágrimas. Es Dorian. No estoy soñando. No estaba alucinando antes. De alguna manera estoy en un hospital con mi esposo. ¡Dios! Todo lo que hice.

Las cosas que dije al personal del hospital. La mordida... ¡Cristo!

Sip, nos volvimos un poco locas antes. Pero nadie puede culparnos. Ellos no saben todo lo que pasamos.

Es verdad, pero me muero de pena. Ese hombre no tiene la culpa de mí terror.

Saco mis dedos del agarre de mi esposo y los paso por el lío desordenado de su cabeza. Sigo llorando en silencio. Parece dormido y yo no puedo creer que pueda tocarlo. Es tan inverosímil estar aquí. Una probabilidad remota, por eso mi mente se quebró. Mi mayor anhelo se mezcló con la realidad y perdí la razón.

A pesar de estar revueltos, los mechones de Dorian son suaves y desenredados. Masajes su cuero cabelludo, como he hecho antes y escuchó que gime. Eso me alegra y continuo hasta que se despierta de salto y levanta su cabeza hacia mí. Nos quedamos mirándonos. Mis lágrimas rodando y sus ojos están fijos en mi. Mirándome como si no pudiera creerlo, sopesando si gritaré o saltaré a sus brazos.

Pobre hombre, lo entiendo perfectamente. Estamos impredecibles.

—¿Eres real? —Pregunto con temblor en la barbilla. Rogando que si sea real y no mi mente jugando conmigo otra vez.

—Si, soy real. —Dice y extiendo mis brazos hacia él. Se sienta en la cama y agacha para que lo abrace.

—Eres tú. —Lloro en su cuello. —Estás aquí.

—Aquí estoy, mi amor. Te rescatamos. —Continúa abrazándome. Sentir su calor y sus brazos fuertes a mi alrededor lo es todo para mí, es mi lugar preferido y me siento protegida. Doy rienda suelta a mi pena, lloro, lloro mucho, me desahogo. —Shh, mi amor. Ya pasó. —Me arrulla. Mi garganta duele por el llanto. Me alejo de su cuello y miro su rostro. —Jamás los dejaré solos. No dejaré que nadie vuelva a hacerles daño. Te lo juro. —Dice con vehemencia mirándome a los ojos. También está llorando y me rompe el corazón verlo así. Quiero abrazarlo y acunarlo en mi pecho. Con su ayuda me siento un poco en la cama. Estiro los brazos y lo arrastro hacia mí. Pone su cabeza en mi clavícula y llora.

Lloramos juntos. Sosteniéndonos el uno al otro. Dejando salir todo el dolor y la angustia que hemos pasado. Ese miedo paralizador de que no volveríamos a vernos ni estar juntos. El alivio nos hace temblar mientras liberamos nuestras almas y nos preparamos para curar nuestras heridas.

—...Artemis, no sabes la angustia que he vivido. Perdóname por no haberte cuidado como prometí. Entiendo si no quieres seguir conmigo.

Me enojo un poco por sus palabras.

—Dorian, —Agarro su cara en mis manos  para que me miré a los ojos, —nada de esto es culpa tuya. No es culpa de nosotros. Esto pasó por la ambición y el deseo de hacer daño de otros. Me trajiste de vuelta, eso es lo que importa. No voy a dejarte por eso.

Casada Con El Enemigo ©️ +18 CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora