Capítulo 26

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       Dormir fue complicado, muchos pensamientos me asaltaban y no me dejaban irme en la inconsciencia. Tantas cosas en mi cabeza que me provocaban el llanto. Lo último que recuerdo fue que lloraba gordas y calientes lágrimas. Imagino que me quedé dormida llorando. ¡Dios! ¿Hacía cuantos años que no me pasaba eso? No puedo recordar la última vez que pasó.

Desperté con dolor de cabeza y un humor sombrío. Antes de aventurarme a salir del refugio de mi habitación, tomé un largo baño.

Cuando bajé las escaleras, la casa estaba silenciosa, imaginé que Dorian ya se habría marchado y me relajé. No tenía ganas de verlo.

Fui a la cocina por un vaso de agua y llamé a mi madre.

—Cariño, que alegría que llamaras—Dijo al contestar.

—Hola mamá, ¿Estás ocupada? Te invito a desayunar.—Quería ver a mi madre para pedirle consejos.

—Me encanta la idea hija, pero ya sería para almorzar. Es casi medio día—Mi mamá se rió.—Imagino que te despertaste hace poco, ¿No?

—Tienes razón mamá, lo siento. Pues almorzaremos.

—Claro cariño, ¿Qué te parece si nos encontramos en Geoffrey's?

¡Rayos! No tenía muchas ganas de ir a un restaurante, esperaba que mi madre me invitara a pasar por la casa. Miré mi ropa y suspiré. Tendría que cambiarme y eso era lo que yo no quería.

—Estupendo, Mamá, nos vemos ahí en media hora.

—Si, cielo.

Terminé la llamada con mi madre y volví a mi vestidor.

Casi media hora después, llegaba tarde y mi madre le daria un ataque, iba en un taxi rumbo al encuentro.

El restaurante Geoffrey's es un establecimiento al que se debe ir con ropa casual elegante. Es un código de vestimenta. Si no se sigue no te permitirán la entrada. Un poco extremo para mi gusto, pero ellos se reservan el derecho de admisión si sus políticas no son cumplidas. Quizás por la clientela, la élite de Los Angeles, es que tienen esas ridicules reflas. Pienso que alguien puede permitirse gastar 100 dólares en una comida, puede vestirse como desee.

       Al llegar al lugar, le di el apellido de mi familia y me guiaron hasta la mesa de mi madre.

       Las magníficas vistas de la costa del Pacífico, complementadas por cascadas y plantas tropicales, creaban un espectacular ambiente ten el restaurante. Se podían ver desafines y ballenas haciendo exhibiciones.

       Mientras caminaba, varios comensales me miraban cuando pasaba por sus mesas. Los ignoré y seguí caminando. Me sentia bien. Vestida casual y fiel a mi estilo. Elegí unos pantalones vaqueros, desgastados y raspados en las rodillas, estilo pescado y con dobladillo en mis tobillos. Una camiseta blanca, con una línea de margaritas bordadas en el pecho, por dentro de los pantalones, un cinturón marrón, zapatos de tacón bajo del colon del cinturón. Una chaqueta color burdeos con terminación blanca en la manga doblada en el codo y un bolso tipo sobre con estampado de Animal Print.

      Al acercarme a la pesa, reconocí que mi madre no estaba sola, había dos personas más con ella en la mesa. Camila y Andrea.

Mi ánimo se ensombreció un poco. No tenía ganas para verlas.

—Ahí estás hija. Estás hermosa.

—Hola mamá—la salude con un beso.

—Al fin llegas, ya me moría de hambre.

Casada Con El Enemigo ©️ +18 CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora