Capitulo 43

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La recepción de la boda estaba en todo su apogeo. La cena ya había sido servida y era el turno de los discursos. Camila, con lágrimas en sus ojos dijo unas emotivas palabras  que emocionaron a muchos.

William también le deseo lo mejor a su hermano y a u nueva cuñada. En ningún momento había visto a Miranda, lo que me daba la seguridad que ella no se encontraba en la fiesta.

¿A ti que más te da esa mujer? Estas felizmente casada. Ellos ya no son tu problema.

Estoy casada, pero no felizmente.

Solo porque no has querido. Lo que sentimos más temprano debajo de esa toalla nos haría sumamente felices.

Me daba mucho miedo pensar que tenía en mi cabeza pensamientos tan atrevidos y que estaba tan deseosa como mi conciencia me hacía creer.

Los discursos terminaron y las personas se levantaron. De sus asientos para mezclarse entre ellos y conversar con sus conocidos, bailar y tomar tragos de la barra libre.

Estaba parada junto a Dorian quien me estaba presentando a un antiguo compañero de universidad. Steven, era un Gringo de cabello oscuro y ojos oscuros. Muy musculoso y adorador de su esposa y sus pequeños hijos. Me contaba anécdotas graciosas de los años de correrías de Dorian y las bromas que se gastaban entre ellos y los demás. Me reía con gusto, era muy gracioso.

Sonó una canción romántica y Abby, la esposa de Steven los arrastró a la pista disculpándose con nosotros porque esa era su canción y debían bailarla.

Eso fue muy lindo. Me gustaría tener eso también.

Puedes...

¡Cállate la boca, conciencia!

Estaba hartándome de sus intromisiones. Si supiera cómo apagarla o silenciarla con mucho gusto lo haría y sin pensarlo.

Yo quería bailar. Me encantaría que Dorian se animará, pero él solo tomaba de su copa y miraba alrededor. Solté el aire lentamente.

Si la montaña no va a Mahoma.

Así es, Mahoma va la montaña. Di dos respiraciones y me armé de valor para invitar a mi esposo a bailar. Que ironía. Sin embargo, no me fue posible.

—¡Dorian! Que agradable sorpresa.—Eso me detuvo. —Te divisé hace rato pero no podía estar segura de si eras tú o no. Cuanto tiempo sin verte cariñito. Ven aquí.

Y ahí fue él. A abrazar a la rubia pechugona, apretujada en un vestido de seda que no le dejaba respirar.

—Savanna, que gusto verte.

¡¿Otra más?!

Mi idiota marido le sonrió con todos los dientes y la rubia ni tonta ni perezosa le estrujo las pechugas casi en la cara.

—Para mi también es un gusto verte.

¡Para mí no!

La savanna esta que vaya a arropar a otro, este ya es nuestro.

—Ven, vamos a bailar y nos ponemos al día.

La trepadora se lo llevó a la pista y el muy cabron se dejó hacer sin poner resistencia.
¡Ni siquiera nos presentó!

Dorian como que es de calzoncillos fáciles. Le sale una en cada esquina.

¡Maldita sea! Estaba muy enojada. Ese idiota volvió a hacer lo mismo.

Casada Con El Enemigo ©️ +18 CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora