Capitulo 31

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       Cobarde, cobarde, mil veces cobarde. Lo tenías ahí ¡Dispuesto y todo para ti! Y ¿Qué hiciste? Huir como una cobarde.

Yo tenía un serio problema, pues mi conciencia me reñía con ferocidad. Se supone que mi conciencia sea yo o algo así, pero la mía tiene vida propia.

No te riño ¡Es lo que ambas pensamos!

Es cierto. Es lo que llevaba pensando durante dos días. Pensando en lo agradable que fue besar a Dorian y en como me asusté, salí corriendo y me escondí hasta que lo escuché salir del cuarto, y luego me metí en la cama y me tapé de pies a cabeza hasta que me dormí.

Esta mañana desperté antes que Dorian y, para mi sorpresa, estaba acurrucada en sus brazos. Me tensé y me asusté, pero no negaré que me agradó. No quise moverme para que no se diera cuenta. Me quedé así, rodeada por sus brazos y su esencia quedándome nuevamente dormida. Acabo de despertar y ya estoy sola en la cama.

Llevaba un tiempo mirando al techo y pensando, no tenía nada que hacer hoy, así que estaba holgazaneado.

Mi móvil sonó, algo nada extraño, y cuando miré el nombre de mi esposo en la pantalla no pude evitar que mi corazón saltara, pero me negué a buscar la razón.

—¿Hola?

—Buenos días, Artemis.

—Buenos días—contesté

—¿Puedes venir a la oficina?

Su pregunta me extrañó.

—Hmm, creo que si—no quería que pensara que yo estaba a su dispocion, tampoco era así.

—Muy bien. Te espero en media hora, no tardes.

—Espera...—pero no esperó. Cortó la llamada y me enojé.

¿Quién se creía que era?

Obviamente tu esposo. Recalcó lo obvio mi conciencia.

¡Tú, cállate! ¡No empieces!

Despotricando contra los hombres idiotas, bajé a tomar café.

—Buenos días señora Zaba—Laurel estaba afanada en la cocina.

—Buenos días Laurel—Me hacerque a un armario por una taza—Descuida Laurel, me prepararé el café. Esta mañana no estoy tan hambrienta.

El café fue una de las mejores cosas que Dios hizo. Tomé el primer trago y lo saboreé a conciencia. Me sentí tan bien. Increíble como un sorbo cambiaba el ánimo de cualquiera.

Poco a poco la alegria lleno vida, como mi taza se terminaba. Al final, ya no me sentia enojada, ni de mal humor.

—Jacqueline se encuentra realizando las compras de despensa. Joseph la acompaña—informó Laurel.

Joseph era el nuevo chofer. Estaba en la casa para ayudar a Laurel y a Jacqueline con cualquier cosa que necesitaran para llegar a algún lugar.

Mi casa pasó de ser cuatro paredes solitarias, a estar llena de gente. Adicional a Joseph, Kevin, se ha incorporado como nuestro jardinero y casi HandyMan, el hombre ha demostrado ser todo un manitas.

—Muy bien—Contesté. Relamente estas chicas han demostrado ser bastantes diligentes. Joshua entró en ese momento a la cocina—Buenos días Josh.

—Buenos días señora—Contestó afable.

—Saldremos cuarenta minutos—le informé.

—Tendré el auto listo.

Casada Con El Enemigo ©️ +18 CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora