Estuve manejando sin rumbo por un rato. Mi mente estaba como nublada, a penas podía concentrarme en no perder el control del auto. Sin darme cuenta llegué al muelle de Santa Mónica. Eran pasadas las 7 de la noche y casi no había nadie, así que fácilmente pase desapercibida. Estacioné en el desértico estacionamiento y rompí a llorar, era como si mi cuerpo y mi alma estaban esperando estar solos para liberarse.
Descargué mi dolor en sollozos y agudo llanto. Quizás estaba exagerando, pero así de mal me sentía.
Cuando me sentí algo más liberada, bajé del coche y caminé hasta sentarme en un banco mirando al horizonte oscuro. Mientras más tiempo pasaba ahí, más enojada y triste me sentía.
Soné mi nariz. Mis ojos debían estar hinchados y rojos. Me sentía sola y necesitaba hablar con alguien.
Busqué mi móvil en mi bolso, pero no están, lo había dejado en casa. Al menos había una cabina de teléfono cerca. Encontré monedas en mi bolso y fui a llamar. Me avergonzaba llamar a mi familia, no querría ver sus caras de compasión, por eso marqué a la única persona que me ayudaría a aclarar mi mente y me escucharía.
—¿Artemis?—contesta al segundo timbrazo.
Me sorprendí muchísimo.
—¿Cmo sabes que soy yo?—Le pregunto mirando a mi alrededor para saber si me están siguiendo.
—Porque dejaste el movil en tu casa, tu marido está furioso buscándote y el único numero que no está registrado en mi movil es este. Sabes que doy mi número a nadie.— Dice —¿Dónde estas? estamos preocupados.
—Necesito verte, pero tienes que prometerme que no dirás nada a Dorian y que vendrás sola.
—Lo prometo.
—Está bien, ve al muelle de Santa Mónica y espera al lado de una cabina de teléfono que hay, te llamaré. —Dije.
—Saldré ahora mismo hacia ahí, por favor cuídate, me asusta que algo te pase. —Dijo Camila con preocupación en su voz.
—Date prisa. —Susurre al auricular con voz rota y colgué.
Me estaba sintiendo mal, el estomago me daba vueltas, me dolía la cabeza, estaba muy cansada, es como si en unas horas me uniera caído el mundo encima.
Algo parecido.
Fui a esconderme, alejarme de la cabina, en algún Lutgarda donde pudiera ver cuando Camila llegara.
Media hora mas tarde desde mi escondite en la oscuridad la ví llegar, esperé unos minutos para ver si alguien venia con ella y cuando me aseguré que estaba sola salí.
—¡Artie! Estás toda pálida. — Dice al verme y rompí en llantos. —Oh, Cariño, cálmate, todo estará bien. Tenemos que irnos de aquí, esto esta muy solitario y es peligroso.
—No quiero regresar a casa y Dorian iría a la tuya, no quiero verlo Camila. Hay un hotel cerca, pero no tengo efectivo y no puedo usar la tarjeta. —Digo sorbiendo por la nariz.
—No te preocupes yo tengo, pero deja de llorar.
Subo a mi auto y Camila al suyo.
El hotel es pequeño, tiene fachada de ser modesto. Cuándo entramos me di cuenta que es muy acogedor parecía más una pensión que un hotel. En el mostrador había una mujer bastante simpática que nos sonrió al vernos. Mi amiga hablo con ella y rentó una habitación.
No había ascensor así que subimos por las escaleras, cuando llegamos a la habitación y abrí la puerta me sentí feliz, todo era sencillo, pero tenía un aire de hogar que me recordaba mi antigua casa, humilde, cómoda y limpia.
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Casada Con El Enemigo ©️ +18 Completa
RastgeleNo se porque demonios siento un tremecimiento en todo el cuerpo. Él no debería hacerme sentir así. ¡Demonios! No quiero sentirme así con él. Pero que va, la vida no es perfecta y aquí estoy; haciéndome gelatina en los brazos de un hombre al que det...