Casada Con El Enemigo ©️ +18 Completa

Capítulo 79

Soy arrancada de mi sueño por un líquido frío que cae encima de mí. Entre mis ataduras, mi mordaza y la venda, que no me dan ver, siento que voy a ahogarme.

Nos han lanzado al agua. Mi familia no pagó y ellos se están deshaciendo de nosotros. Moriré ahogada.

No nos ahogaremos.

Ni caso le hago a mi conciencia, empiezo como loca a moverme, como si pudiera nadar, para no hundirme. Quiero gritar, pero no puedo.

—¡Despierta! —Escucho una voz femenina que me grita. —Espero que no esté muerta.

—No te enojes, dijiste que la querías ver muerta.

—Claro que la mataré, pero después que reciba el dinero. Solo te dije que la hicieras cooperar. —Ambos continúan su conversación sin percatarse que ya estoy despierta. —Aunque debo darte crédito, el final del vídeo fue inesperado hasta para mí.

Esa voz, la conozco. Es...

¡LETICIA! ¡Hija de su puta madre!

Quizás no sea ella. Tal vez, solo tal vez mi mente me está jugando una mala pasada. Si, definitivamente debe ser eso. El hambre y la sed están haciendo mella en mi juicio.

No estamos locas, ambas la escuchamos.

No puede ser ella. Esta celosa y enojada, pero estoy segura que es inofensiva.

Estás intentando convencerte y convencerme porque la verdad es muy mala de ver, pero sabes y yo sé, por estar en tu interior, que es ella.

Un presentimiento horrible latía en mi espina dorsal. Sin embargo, necesitaba por lo más sagrado que no fuera ella.

No tuve que esperar mucho tiempo para descubrir la verdad que se arraigaba en mi ser. Arrancó la venda de mis ojos y cuando los abrí lentamente, su cara esta frente a mí.

Mi corazón latió a mil por horas y el shock fue como si un tren de carga me estuviera pasando por encima. Llevar aire a mis pulmones era toda una hazaña, puesto que cada músculo de mi cuerpo estaba paralizado.

—Hasta que te dignas a despertar. —me dice sonriendo. —Así quería verte: destruida, atada y a mí merced. Tantos aires de ser la gran señora Zaba y ahora mírate. Apestas, estás desastrosa y toda esa banagloria que te dabas ya no está. A que no eres tan valiente ahora, ¿Verdad? —Se agacha un poco. —Te dije que las cosas no terminarían cuando tú lo dijeras. Te advertí que no te pusieras en mi camino. No saldrás viva de aquí, espero que eso ya lo hayas asumido.

¡Te dije que era ella!

Arranca la cinta de mi boca y aguanto el grito de dolor que quiere salir de mi garganta y me bebo las lágrimas. Tengo una necesidad imperiosa de no demostrarle mi dolor a esta perra.

—Sabía que estabas loca, pero no cuanto. —Digo con mi voz rasposa como lija. Cada palabra que pronuncio es con dificultad, pero la amarga rabia que corre como lava fundida, caliente y espesa, por mis venas me ha llenado hasta de energía. —Sigo siendo valiente. Yo no soy quien tiene lavaperros que hacen el trabajo sucio. —Ojalá no tuviera mis restricciones, de lo contrario, la adrenalina me impulsaría a lanzarme a golpearla. Pero sigo maniatada.

—Necesitábamos dinero, mucho dinero y la única forma de conseguirlo es así. —Ella se aleja de mí y camina cerca del animal que está recostado de la mesa mugrienta. Me doy cuenta que debieron arrastrarme hasta aquí, aún inconsciente, y que los demás anormales no están cerca. Pregunto ¿Qué habrán hecho con ellos?