Cuarenta y uno

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Después de abrazarnos algunos minutos nos sentamos en la banca para apaciguar el momento, había secado los restos de lágrimas en mis mejillas con las mangas de mi playera y Frank sonrió sin poderlo creer aún. Tocó mi cabello, mi sien y luego bajó hasta mi mentón. Entonces ahí se quedó mirándome por un largo rato. Sabía que tenía el rostro rojo, podía sentirlo pero no me moví por miedo de romper lo que habíamos formado.

—Estás aquí.

—Sí.

Asintió y como si hubiese recordado algo importante se alejó tronando los dedos unos centímetros cambiando de postura.

Fruncí el ceño confundido.

—No me golpearás de nuevo, ¿o sí?

Negué sonriendo avergonzado, también regresé a mi postura seria del principio. Rasqué mi nariz y hablé en voz baja.

—Tenemos que hablar.

Afirmó con la cabeza nuevamente.

—Está bien.

—¿Podemos ir a otro lugar? Realmente estoy muy cansado.

No me había quejado antes pero vaya que me estaba matando el dolor de trasero por los asientos del autobús. Rápidamente Frank se levantó y agarró mi mochila para colgarla en su hombro. Me tendió una mano y la tomé para ayudarme a ponerme de pie. Sentí una corriente eléctrica correr por mi cuerpo cuando nuestros dedos se tocaron y traté de ignorarlo por mi bienestar.

Todavía no habíamos solucionado nada.

Caminamos en silencio, iba pensando que cosas le diría y con que iniciaría, pero él empezó a nombrar algunos lugares de los cuales ya habíamos pasado. Frank en verdad se notaba diferente, veía con más detalle unas grandes ojeras debajo de sus bellos orbes avellana, hablaba con fluidez pero sus pómulos se marcaban con más detenimiento, como si hubiese perdido peso de una forma rápida pero sin verse enfermo.

¿Qué pasaba con él?

—Y éste es un árbol, yo lo llamo señor árbol.

—Frankie...—lo llamé poniendo una mano en su hombro y nos detuvimos en un cruce peatonal. Dejó de hablar para escucharme pero, precisamente, ¿por qué lo había interrumpido?

No sabía.

—¿Qué pasa?

Fruncí los labios, quería estar a solas para soltar todo lo que tenía guardado porque no era algo fácil de decir, estando en la calle me distraía y simplemente no podía ponerme serio. Me sentía frustrado. Quería creer que Frank no trataba de evadir lo que fuera que pasara con nosotros pero era más que obvio que lo estaba haciendo.

—¿Cómo está Linda?

Alzó la comisura de los labios y volvimos a caminar, no había mucho espacio entre nosotros, casi podíamos rozarnos los hombros y de todas formas reprimí las ganas de tomarle la mano.

Aún no.

—Le ha sentado bastante bien la mudanza, le veo menos estresada y pasamos más tiempo juntos.

—Eso me alegra —respondí sonriendo, también la había extrañado. —¿Y tú qué tal?

—¿Yo?

—Sí, ¿Cómo has estado? ¿Qué has hecho desde que llegaste?

Frank se encogió de hombros y doblamos por una esquina para seguir caminando en una avenida menos transitada.

—Cosas de la universidad, ya sabes. Inscripción, cursos, papeleos, etcétera.

—Supongo que disfrutas estar aquí, en casa.

—Eso creo —dijo y al momento en el que iba hacer un comentario sarcástico pero me interrumpió. —Wow Gee, ¿Qué tanto traes en la mochila?

—Ay no pesa mucho.

Seguimos con su juego tonto de señalarme cualquier cosa y decirme algo referente a eso como un dato científico o simplemente estúpido. La mayoría eran objetos o personas al azar, entonces comenzamos a adivinar lo que veía el otro. Definitivamente había logrado algo y ese algo era poder romper por lo menos un poco esa barrera de tensión que claramente había entre nosotros.

Me sentí orgulloso de mí mismo.

Las calles eran muy propias de New Jersey, esto definitivamente era una aventura y en cuanto entramos a un lugar donde solamente habían casas y menos comercios supe que estábamos cerca de la suya. Cuando estuvimos en frente de la vivienda casi me da un ataque de ternura y sentimiento. Se veía tan hogareña, tan bonita y tuve miedo de entrar. No quería ensuciar nada. Las paredes eran de color crema, el interior estaba muy bien ordenado y decorado y algunas cosas me hicieron recordar a casa.

Debía llamar a mamá.

Frank agarró mi mano y me jaló hacia dentro. Me puso delante de él mientras miraba lo que me rodeaba con los ojos muy abiertos, totalmente impresionado. Su casa era muy bonita.

—Frank, quiero que... ¡¿Gerard Way?!

Volteé a ver al castaño pero él estaba cerrando la puerta, de pronto unos brazos me jalaron hacia otra persona y pude reconocer el inconfundible perfume de Linda Priccolo. Al parecer esta familia podía moverme con facilidad, como si fuese un trapo. 

—Hola —traté de decir pero no supe si me había entendido. Estaba enterrado entre sus brazos, no la podía ver pero sabía que ella me acariciaba el cabello.

Gestos y cariño maternal supongo.

—¿Qué haces aquí? ¿acabas de llegar?

Linda me soltó y después de sentarme en uno de los sillones me cuestionó, mandó a Frank a traerme agua, sonrió y yo correspondí el gesto.

—Sí, justo hoy, hace unas horas. 

—¿Qué te parece el lugar hasta ahora? ¿No te perdiste? ¿Cómo estuvo el camino?

—Pude explorar un poco pero no del todo exactamente. Y sí que está lejos, estoy algo cansado.

—¿Quieres alguna medicina? Seguro estuviste en una mala posición por mucho tiempo. Mira, cuando te sientas mejor dile a Frank que te lleve a uno de esos lugares turísticos, sé te encantará.

—Oh no, estoy bien. No te preocupes.

—¿Cuánto tiempo te quedarás? Te hemos extrañado mucho Gerard, eres como de la familia.

Un carraspeo nos hizo voltear a Frank que ya venía con mi vaso en mano. Le dio un tipo de mirada a su madre y ella sólo soltó una risa. Entendía ese idioma de madre e hijo, había tenido algunas así con Donna.

—La verdad es que no sé.

—Los dejaré solos, tengo que ir... a comprar algo, aparentemente —dijo poniéndose de pie y tomando su bolso. —Tardaré en venir, siéntete como en casa cariño.

—Gracias —respondí.

Linda sonrió saliendo.

Ahora estábamos solos, estábamos frente a frente y el silencio me hizo tener un pequeño flashback de cuando él llegó a mi casa por primera vez. Cuando nos habían emparejado para hacer un trabajo y ambos no nos conocíamos.

Me sentía algo extraño.

—Leí la carta, Frank. El día del baile.

—¿E-en serio?

You're ugly too |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora