Treinta y cinco

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El día de la graduación había llegado...

Les ahorraré todo lo que pasó en la mañana porque lo más interesante sucedió en el baile que, precisamente, fue en la noche.

En el día fuimos a recibir los papeles, los diplomas y cosas por el estilo, ya saben. Pero Frank no asistió al evento. No respondía ni una de mis llamadas, tampoco las de Mikey, Kris, Raymond o Carol. Hasta Thomas se había unido a la búsqueda junto con los demás que habían convivido con Frank. El castaño no aparecía por ningún lado, no había rastros de él.

Y me fue imposible no preocuparme.

Todos los intentos fracasaban, mi ropa estaba empapada de toda la transpiración del día y lo único que quería era quitarme el dolor de cabeza que taladraba la parte de mi frente, relajarme quizá con una ducha pero no podía hacerlo en ese momento. Mis padres dijeron que me calmara mientras regresábamos a casa, dijeron que no tenía que ponerme así en un día especial, así que para evitar más habladurías asentí y guardé silencio la mayor parte del tiempo.

Sólo cuando nos avisaron que saldrían a comprar comida para festejar empecé a dar vueltas en todo el lugar agarrándome la cabeza.

—¿Y si no llega? Mikey, no sé nada de Frank desde hace tres días.

—Debe estar ocupado, prometió que vendría ¿no? Sólo tenemos que esperar.

—¿Esperar qué?

Me senté en uno de los escalones de la casa y Mikey se puso a un lado. No sabía qué hacer, no sabía nada y una desesperación me llenó hasta el punto de querer llorar. No entendía por qué sentía tanta ansiedad, no quería tener una ataque ahora mismo.

—Tienes que tranquilizarte, así no vas a lograr nada. Puedes enfermar y creo que estás exagerando.

—No entiendo por qué Frank es así, lo complica todo.

—Ya —me interrumpió Mikey poniendo una mano en mi boca. —Ray dice que quizás lo esté haciendo a propósito, quizás quiere darte una sorpresa.

—Lo dudo mucho.

—Mira, ¿por qué no vas a cambiarte? La fiesta comenzará dentro de poco y tardas muchísimo arreglándote. Puedes tomar una ducha, contar hasta el cien y luego de reverso. 

—¿Y quién dice que iré a la fiesta? —dije a la defensiva levantándome. —No tengo ganas de nada Michael.

—Déjate de estupideces, iremos a esa fiesta y la disfrutarás hasta que termines vomitando o te dé un coma etílico ¿entiendes? No dejaré que desperdicies esta noche tan importante por la culpa del idiota de Frank.

—Pero...

—Cállate y sube.

Abrí la boca para volver a replicar pero se llevó las manos a la cintura y asentí cabizbajo, obedecí las instrucciones estando desanimado y molesto, no quería salir de mi habitación pero tuve qué hacerlo porque horas después todos mis amigos ya estaban afuera de la casa esperándonos. Todos estaban ahí. Al preguntarme cómo estaba fingí que me encontraba tranquilo pero sólo trataba de no morderme las uñas por los nervios. En la mañana había acabado con las de una mano y traté de que Carol no se diera cuenta.

Ray iba manejando, las luces de la ciudad estaban a su máximo esplendor y las chicas terminaban de darse los últimos toques de maquillaje en el transcurso del viaje. Toda la escuela estaba invitada y estaba seguro de que el lugar ya estaría repleto de gente.

El sólo pensarlo me provocó claustrofobia y no me había equivocado en nada porque al llegar las personas seguían y seguían entrando acaparando las puertas. Ray buscó lugar para estacionar el auto y casi todos empezaron a decir cosas positivas como "vaya, en realidad se ve muy bien" y "espero que haya buena comida". 

You're ugly too |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora