Treinta y uno.

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Sólo habían sido cinco días, días en los que había sido un Gerard diferente y no había segundo en el que no mirara a cualquier jodido reloj esperando que las horas pasaran más rápido. Ese día en la estación estuve a punto de llorar como un niño al que le quitaban su dulce, Frank se había ido y yo había sentido un vacío enorme en mi interior de inmediato.

Lo siguiente que hice fue recorrer la ciudad hasta llegar a mi casa y tirarme en la cama. Todo se sentía tan silencioso y triste, muy extraño a lo que estaba acostumbrado. Me sentía con una ansiedad incontrolable, como si nunca fuese a verlo de nuevo. Y me puse a llorar. Todo estaba tan gris, me sentía muy nostálgico y el día se puso tan extraño como mi estado de ánimo. 

Pero esto tenía que pasar.

Lo bueno que había resultado de aquella noche fue que Frank había cumplido lo que prometió y nos quedamos hablando unos minutos más antes de irse a dormir porque en serio se encontraba muy cansado. Entendía perfectamente que tantas horas sentado debía hasta doler así que yo colgué primero.

Esos días resultaron tan lentos para mí, no pensé que me afectaría o que cambiaría mi estilo de vida pero vaya que lo hizo.

¡Y sólo fueron días!

Las llamadas me recordaban que él no estaba en su departamento o de camino hacia mi casa como solía hacer la mayoría de veces, y mucho menos estaba en la ciudad. Era un desastre.

×∆×∆×∆×∆×∆×

El día del examen fue caótico, Frank me había llamado después de presentarlo y lo primero que dijo fue:


No sé si sentirme tranquilo porque hice mi examen excelente y rápido o preocuparme por haberlo hecho rápido y quizás me confíe. Hay tantas posibilidades de que todo esté mal...

—Cierra la boca, todo va a salir bien.

Escuché una afirmación con la boca y algunos ruidos de autos.

—Okay, sí, tienes razón.

Y justo luego de eso Frank comenzó a tardar en responder los mensajes que le mandaba y cuando lo hacía decía únicamente que se sentía un poco mejor, que en serio estaba disfrutando estar en casa o me mandaba fotos de donde estaba parado. Yo no conocía New Jersey para nada pero gracias a él lo empezaba a hacer. Entonces no sabía si sentirme más deprimido o feliz, pero no por mí exactamente.

Todo era tan confuso, no sabía si sería así a partir de ahora porque incluso la mamá de Frank ya se había llevado algunas de sus cosas. Esto ya había comenzado, quedase o no en la universidad él regresaría y yo tenía que aceptar la realidad. No quería que se fuera, llámenme egoísta pero ¡Estaba prácticamente babeando por él! Así que Frank también tenía la culpa, aunque no lo supiera.

Era bastante tonto que me hubiese enamorado de la persona menos indicada, ya que nada podía hacer al respecto.

Cuando llegó nuevamente a la ciudad no fui el único en recibirlo, también fueron mi hermano, Ray, Brendon y Thomas, pero sin dudas fui yo quien lo había extrañado mucho y casi me colgaba de él en cuanto mis ojos lo localizaron. Había corrido con una enorme sonrisa en la cara para saltar y caerle encima.

—Igual te extrañé Gee —dijo para después soltar una carcajada y desordenar mi cabello.

No me había sentido tan alegre en mucho tiempo como en ese momento, parecía un perrito, Ray dijo que el color había regresado a mí y yo estuve de acuerdo con él porque no me había sentido tan vivo hasta que lo vi. Luego lo invitamos a comer y al terminar su bienvenida lo acompañé hasta el departamento, ambos estábamos solos así que pude ver cómo algunas cosas ya estaban empacadas en cajas y las demás fuera de su lugar.

Un nudo en la garganta hizo que hablara poco, dijo que respirar el aire de allá le había hecho recordar lo mucho que extrañaba a su padre y lo bien que se sentía visitar a sus abuelos. Los ojos le brillaban cuando me contaba todo lo que había pasado, todo lo que le gustaba del lugar donde había nacido y una sonrisa se me formó inconscientemente.

Amaba ver a Frank feliz, eso era lo que me mantenía con vida y a final de cuentas él era bueno para mí, yo sólo quería su bienestar y si su felicidad no era conmigo estaba bien. No importaba nada al final, porque él no era alguien que pudiese retener a mi lado y eso también estaba bien. 

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—Gerard, tengo que decirte algo.

Vi de reojo un afro posarse en frente de mí y alcé las cejas sin verlo.

—Te escucho —dije y Ray tomó asiento, hizo que lo mirara a los ojos y apreté los labios como normalmente hacía cuando veía algo extraño en los demás, eso hizo que me preocupara.

—Creo que es tiempo de que le digas a Frank lo que sientes.

Tragué en seco y me tensé de inmediato.

—¿Por qué? Sabes que no es una buena idea. 

Raymond pasó una mano por su sien.

—Te lo diré pero no quiero que hagas un escándalo ¿está bien? —preguntó y asentí. —Las posibilidades de que Frank asista a la graduación son menores, hablé con él y posiblemente se va antes.

Dejé el lápiz encima del dibujo que realizaba, su expresión era sería y yo miré hacia el suelo. También había escuchado algo así pero no quería creerlo porque me dolía muchísimo. 

—Podría echar a perder nuestra amistad Ray, quiero conservar eso por lo menos. No quiero que nada cambie entre nosotros.

—Los resultados generales saldrán pronto, tu mismo has visto que ya no tenemos clases. Ni siquiera debemos seguir viniendo si ya terminamos la preparatoria, él pronto va a irse y no quiero ver a mi mejor amigo devastado. En realidad no perderás nada con decírselo.

Sonreí triste. 

—Es tarde Ray, le diga o no es imposible que cambie el transcurso de las cosas. Además, me arriesgaría a alejarlo completamente de mí. 

You're ugly too |Frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora