52. Desastres naturales

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«¿Por qué iba a separar a dos pequeños corazones que parecían haberse encontrado a temprana edad?»
(Mi pequeño corazón, 12: Pequeños príncipes)



—Clary –Sebastian había empezado, mirando intensamente a su hermana, esperando que realmente le creyera–, yo...

Pero fue interrumpido por los gritos de Robert: —¡NO! ¡NO, JONATHAN! Definitivamente no, con Alexander basta. Y él ya aprendió todo lo malo que puede pasar si insiste en eso... ¡Tú no! Tú eres un buen hijo, siempre lo has sido. NO. ERES. GAY.

Los hombros de Jace se hundieron visiblemente. Debería haber sabido desde antes que era imposible que su padre lo aceptara.

—Disculpe –Joseph sintió pena por él, incluso si había besado a su novio–, no puede decirle a su hijo que no es gay. Lo que su hijo es no va a cambiar por las palabras o los deseos de usted ni de nadie. Incluso los propios, desear "no ser gay", "no ser diferente", "ser ‘normal’", no hacen que cambie nada. Somos como somos y nada es incorrecto. Si sólo usted y todos los demás lo entendieran...

Sebastian miró con una sonrisa enorme a su novio.

Y Jace vio esa mirada, vio esa sonrisa.

Sebastian nunca lo vio así. Y supuso que nunca lo haría.

Robert miró mal a Maryse, como si fuera su culpa la presencia de Joseph, y a éste último simplemente lo ignoró, mientras gritaba: —¡Y TÚ, ALEXANDER, REGRESA AHORA MISMO! ¡SUELTA A ESE TIPO!

Todos miraron como Alec se detenía, aunque sin girarse. Robert sonrió, sólo un momento, porque Alec reanudó sus pasos al instante. Sin mirar atrás, sin soltar la mano de Magnus, de su pequeño corazón.

El ceño de Robert se frunció sólo un momento, después simplemente presionó sus puños. Lo había logrado hace años y lo lograría de nuevo. No importa el "amor" –estupideces– que Alec jurara, no había nada imposible para él.

Un Lightwood nunca sería homosexual, él no había salvado a este par de una vida miserable para que terminaran así.

No.

Clary estaba mirando hacia sus pies. Después de la furia que sintió, la traición al saber que su hermano y su prometido se habían besado, siguió el golpe de la verdad: Jace no la quería.

Ella realmente lo amaba. De otro modo nunca habría aceptado casarse tan joven, ¡tenían veinte años, por Dios!, pero no podía seguir con esto si él no la amaba, si nunca la amó, si aquel sueño de "Una vida juntos" nunca fue mutuo, si él se estaba descubriendo a sí mismo, si se acaba ude dar cuenta que tal vez prefería a los hombres –y no había nada malo en ello–, si quería a su hermano...

Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Las sintió resbalar por sus mejillas. Y juraría que vio una rodar hasta el piso brillantemente pulido que le devolvía su reflejo, el cegador del blanco de su vestido de novia no estaba ahí porque esto era sólo el último ensayo...y aparentemente nunca llegaría a verlo, porque no habría boda.

Su pecho dolía mientras enderezaba sus hombros. Se sintió como una eternidad, aunque fueron sólo unos segundos que se perdió de la discusión que seguía. Sacó el anillo, sintiendo su corazón romperse. No sabía si sería capaz de decirlo, seguía molesta por supuesto, pero también tenía que ser realista.

—Yo no quería –le estaba diciendo Jace a Robert, mientras éste le decía a Maryse: —Esto es tu culpa.

Maryse se encogió visiblemente. Ahora, ¿esto cómo era su culpa?

Mi pequeño corazón (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora