•Capitulo uno•

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13 de septiembre de 2019
Julia
—¡Mamá! ¿Has metido la guitarra en el coche?
—Pues claro que la he metido Julia, ¿como se me va a olvidar si estás todo el dia con ella?
Suspiro aliviada y apoyo mi cabeza en el cristal de la ventana coche, aún nos quedan dos horas de viaje para llegar a lo que va a ser mi próximo hogar.
Voy a estudiar el segundo año de la carrera de magisterio en Madrid, por lo que mis padres han querido que mi hermano y yo vivamos donde vivieron ellos, en la residencia El Triunfo.
Rodrigo, mi mellizo, no está tan emocionado como yo, lo veo moverse en el asiento nervioso, es bastante tímido y le cuesta abrirse, por lo que llegar a un sitio nuevo sin conocer a nadie supongo que le aterra, además ha tenido bastantes problemas en la secundaria y lo ha pasado mal, espero que aquí se sienta integrado, por mi parte intentaré ayudarlo.
Yo en cambio no soy como el, estoy muy emocionada, quiero experimentar la libertad de no estar atada a mis padres, voy a hacer lo que quiera y cuando quiera, y conoceré a muchísima gente además tendré amigos de toda España, estoy segura de que este año va a ser genial.
—¿Como es la residencia? —pregunta Rodrigo mirando papá a través del espejo retrovisor.
—Es una de las mejores de Madrid, os va a gustar mucho. Tiene muchísimas instalaciones.
Rodrigo no parece muy convencido con la respuesta, así que vuelve a hablar.
—¿Hiciste amigos rápido?
—Claro que si, allí son todos como tus hermanos.
—Entonces seguro que os pelearíais a menudo —comento yo en broma.
Papá y mamá se ponen serios al instante, los miro extrañada sin entender nada, mi hermano está igual que yo, nadie habla y se crea una extraña tensión en el coche.
—¿He dicho algo malo? 
—No cariño —responde mi madre —pero creo que vuestro padre os debería contar algo para que estéis alerta.
Me inclino un poco hacia delante en el asiento, tienen que decirnos algo importante, lo veo en sus miradas. Papá no parece muy convencido en hablar pero mi madre no aparta la mirada de él para meterle presión.
—No es nada... simplemente quiero que sepáis que debéis tener cuidado con las relaciones que hacéis.
—¿Por qué? —pregunta mi hermano.
—Cuando estaba en mi último año de la universidad tenía un amigo que estaba un poco loco y... quiso matarme.
—¡Que! —grito asustada —papá eso es muy serio.
—¡Se lo has dicho de una manera muy brusca Manuel! —dice mi madre mirándonos con el ceño fruncido.
—Tienen que saberlo exactamente como fue, ya no son niños.
Mi padre nos empieza a relatar la historia de un tal Santiago que era su amigo, y de cómo pasaron de ser inseparables a no verse nunca más, yo escucho sorprendida, parece que me está contando la trama de una película.
—Por suerte no pasó nada, es agua pasada, pero repito, debéis elegir bien vuestras amistades.
Miro a Rodrigo preocupada, no sé el pero yo voy a estar alerta a cualquier persona, como he dicho antes este año quiero pasármelo bien, pero con personas normales.

Llegamos a la residencia, mi padre aparca cerca de la puerta y nos ayuda a bajar las maletas que pesan muchísimo, he cogido absolutamente toda la ropa que tenía en mi casa, no se que tiempo va a hacer en Madrid, aunque ahora que lo pienso quizá traerme siete bañadores ha sido una tontería.
Caminamos por la zona de los aparcamientos y por fin llegamos a la entrada, cuando mi padre abre la puerta una oleada de nervios me sacude, este va a ser mi hogar.
Nos ponemos en una cola para coger las llaves de la habitación, hay unas chicas delante nuestra que hablan animadamente, parece que ya se conocen, ¿y si todo el mundo tiene ya sus amigos y no quieren conocer a nadie más?
Miro a mi hermano, está con el móvil como siempre, eso de que la conexión entre mellizos existe es mentira, nunca conectamos, nos llevamos bien pero parecemos amigos más que hermanos.
Pasan unos minutos y por fin llega nuestro turno, una mujer mayor nos mira con una enorme sonrisa que transmite seguridad, nos pregunta por nuestros nombres y yo contesto enseguida.
—Rodrigo y Julia Medina, somos de Cádiz.
—Lo sé, vuestros padres también estuvieron aquí, ¿así que al final os casasteis? —pregunta la mujer guiñándole un ojo a mi madre —pobre Santiago, iba detrás tuya todo el día.
Mi madre le pone la mano en el hombro a mi padre, están sonriendo muy falsamente y eso significa que quieren terminar esta conversación cuanto antes, espero que la mujer lo note.
—Lo se, pero yo lo elegí a él.
—Y bien que hiciste, pequeños...—dice llamando nuestra atención —el hijo del admirador de vuestra madre también se aloja aquí, quien sabe si hasta os hacéis amigos, se llama Carlos.
Rodrigo y yo miramos a papá que está muy serio, parece que va a explotar en cualquier momento, pero mantiene la calma.
—Pueden pasar muchas cosas, pero no lo creo, ¿verdad?
Se que eso es un aviso de que no se nos ocurra cruzar la mirada con el tal Carlos, nosotros asentimos y después de coger las llaves nos vamos hasta las que serán nuestras nuevas habitaciones.
Mi padre no para de replicar durante todo el trayecto, los demás nos limitamos a escucharlo y asentir, como siempre.
—No me puedo creer que tengamos tan mala suerte, ¡el hijo de un asesino!
—No digas eso papá, suena muy mal -comenta Rodrigo nervioso.
—¡Es la verdad! No os quiero veros con ese chico, a saber lo que es capaz de hacer.
Miro la pantalla del ascensor, quiero llegar ya, cuando papá se pone pesado no hay quien lo pare, y esté no es el mejor momento. Primera planta, segunda planta... tercera, aquí es donde están nuestras habitaciones, la mía es la 3579 y la de mi hermano es la 3576, por lo que estamos casi al lado.
—Bueno, ahora os espera un día de ordenar y hacer de esa habitación vuestra casa —comienza mi madre —quiero que seáis buenos y que estudiéis mucho.
—Disfrutad de esta experiencia y las quiero todas aprobadas —dice mi oadre levantando el dedo índice en señal de advertencia.
Nos despedimos de ellos y por primera vez en todo el día valoro la suerte que tengo de tener los padres que tengo, los voy a echar mucho de menos, pero al menos tengo a Rodrigo, que es una parte de mi casa.
Cuando ellos se van mi hermano y yo nos quedamos mirándonos sin saber que hacer, los dos queremos entrar en nuestra habitación pero ninguno sabe decirlo, como siempre, tengo que comenzar yo.
—¿Nos vemos luego para comer?
—Vale, quedamos por mensaje.
Nos despedimos  y por fin cada uno se dirige a su lugar, voy a estar aquí nueve meses.
A saber cuantas cosas pueden pasar en tanto tiempo.
•••
Espero que os encante 💛
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No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora