•Capitulo cuarenta•

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Julia
Marilia ha venido, y no me puedo sentir más feliz. Corro a abrazarla y ella me corresponde enseguida No , me siento muchísimo mejor, era ella quien me faltaba.
—Lo siento de verdad —digo.
—No has hecho nada, te entiendo perfectamente y estoy muy feliz por ti.
—¿Amigas de nuevo?
—Pues claro.
Ambas sonreímos visiblemente más alegres, siento que me he quitado un peso enorme de encima.
Carlos aparece por detrás mía y se acerca a Marilia para darle un abrazo, no me imagino como de incomodo tiene que ser para los dos, pero es genial que se sigan llevando bien.
La fiesta continúa y ahora sí que lo paso mucho mejor, me siento muy muy feliz e intento olvidarme del hecho de que en tres dias estaré completamente sola en un país al que no he ido en mi vida.

Es más de media noche cuando todo el mundo empieza a irse, y a eso de las dos de la mañana los únicos que quedamos en la azotea somos Carlos y yo recogiendo algunas cosas.
Tiro en la basura todos los platos y vasos de plástico y después dé dirijo hacia el borde de la azotea para apoyarme y ver la luna. No pasa mucho tiempo hasta que noto unos brazos rodeándome la cintura por atrás; Carlos me da un beso en el hombro para después apoyar la cabeza en el mismo.
—Es tarde... será mejor ir yendo a dormir —susurra cerca de mi oído, cosa que me hace sonreír.
—Tienes razón, estoy cansada...¿vamos a mi habitación?
—Me parece perfecto —contesta tirando un poco de mí para hacerme caminar, andamos sin soltarnos y Carlos no para de dejar cortos besos por toda mi mejilla hasta que llegamos al ascensor.
—¿Desde cuando eres tan cariñoso? —pregunto sin poder borrar la sonrisa tonta que se me ha formado.
—Desde que te conocí.
—Nunca dejarás de ser un moñas —digo rodando los ojos.
—En el fondo te gusta —comenta acercándose cada vez más a mí.
Justo en ese momento las puertas se abren de manera que doy unos pasos hacia atrás para salir esquivando a Carlos que estaba a punto de besarme.
—Maldito ascensor —escucho refunfuñar a Carlos detrás mía.
Meto la llave en la cerradura y a los pocos segundos ya hemos entrado en la habitación; esta vez soy yo la que me adelanto y estampo mis labios con los suyos en un intenso beso que él me corresponde enseguida.
Continuamos así hasta que Carlos baja hacia mi cuello, cosa que yo aprovecho para empezar a desabrocharle uno a unos los botones de la camisa.
En pocos minutos ya hemos llegado a mi cama, donde Carlos se pone encima mia apoyándose de las manos, me  quita la camiseta y empieza a besarme por todo el estómago, después vuelve a mis labios y yo aprovecho para entrelazar mis brazos alrededor de su cuello evitando así que se aleje.
La sensación de antes ha vuelto, siento que me hormiguea todo el cuerpo y cada vez tengo más y más calor; Carlos parece sentirse igual porque enseguida se deshace de toda la ropa que nos queda y saca un pequeño preservativo del bolsillo del pantalón.
—Así que venías preparado —comento.
—Pues claro que sí, esto también era parte de la sorpresa.
Suelto una carcajada ante su comentario que no dura mucho ya que mis labios vuelven a juntarse con los suyos.
Si esto también es la sorpresa será mejor que disfrute de ella.

Abro lentamente los ojos intentando acostumbrarme a la luz que se filtra a través de mi ventana; lo primero que veo es a Carlos dormido profundamente, sonrío al ver lo guapo que está y me acerco un poco para darle un corto beso en la nariz.
Tengo que ir al baño, así que me incorporo lentamente intentando no hacer mucho ruido y cojo la sudadera de Carlos para ponérmela.
Cuando salgo decido ir a ver mi móvil, son casi las doce de la mañana así que seguro que tengo bastantes mensajes, lo cojo y lo primero que veo cuando enciendo la pantalla son tres llamadas perdidas de una persona que me sorprende.
Sergio me ha llamado.
Un hilo de esperanza vuelve a resurgir, quizá hable conmigo y pueda solucionar algo antes de irme.
Tengo que hablar con él, pero Carlos no puede escucharme, si se entera de lo que está haciendo me mata.
Vuelvo a entrar en el baño con rapidez y marcó el número de teléfono, rezo porque me lo coja, el tiempo pasa y solo se escuchan los pitidos, hasta que...
—Por fin me lo coges —dice una voz de un chico joven —te he llamado tres veces.
—Lo siento, ayer estuve... da igual —respondo arrepintiéndome de lo que iba a decir.
—¿Y tú quien eres? Oye, si te he dado mi número en alguna discoteca lo siento pero no me acuerdo.
—No me lo has dado en ninguna discoteca, ¿conoces a Carlos Ruiz?
Sergio se queda en silencio durante unos segundos en los que pienso que me ha colgado, pero al final habla.
—¿Que quieres? —pregunta con tono más duro.
—Hablar contigo y buscar una solución al problema del dinero.
—Mira no hay ninguna solución, o paga o no paga, no hay más que hablar.
—¡Pero el no tiene culpa de nada! —exclamo quizá demasiado alto.
—Me da igual quien tenga la culpa, lo que yo quiero es el dinero.
Siento que toda la emoción que tenia hace unos minutos se convierte en un desánimo inmenso y sin darme cuenta me pongo a llorar.
—¿Que te pasa? —pregunta Sergio al otro lado de la llamada, cosa que me sorprende porque pensaba que había colgado.
—¿Sabes esa sensación de que quieres tanto a alguien que sea lo que sea quieres que esté feliz? Pues eso es lo que siento, solo que hacer feliz a Carlos es imposible.
—Escúchame —responde al cabo de unos segundos —hagamos una cosa, te voy a enviar una dirección al móvil y en dos dias nos vemos allí y hablamos.
—Me vas a pegar —no es una pregunta, es una afirmación.
—No tengo motivos, me has ablandado el corazón con la paranoia de tu novio...a las cinco en la dirección que te voy a mandar¿de acuerdo?
—De acuerdo.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora