•Capitulo cuarenta y uno•

473 20 5
                                    

Julia
Me despierto al notar a alguien acariciandome la cabeza con suavidad, abro un poco los ojos y me encuentro con Carlos tumbado en frente mía y mirándome con una sonrisa.
—Me has despertado... —digo hundiendo la cabeza en la almohada.
Escucho a Carlos reírse y unos segundos más tarde noto como me da un corto beso en la cabeza.
—Lo siento, pero hoy es un día bastante movidito y tienes que madrugar.
En ese momento me doy cuenta de que al fin ha llegado el día en el que me tengo que ir a Estados Unidos; hoy a las siete de la tarde estaré montada en un avión y lo peor de todo es que a las cinco he quedado con Sergio así que tengo que correr si quiero que me dé tiempo a todo.
Me incorporo en la cama intentando acostumbrarme aún a la luz que se filtra a través de la ventana.
—Estoy muerta de sueño —comento levantándome.
—Normal, ayer nos acostamos bastante tarde por culpa de la maldita película que te empeñaste en ver.
Suelto una carcajada, ayer por la noche decidimos ver una película juntos, el problema es que era tan larga que creo que hasta me quedé dormida antes de terminarla. A pesar de todo disfruté bastante mi última noche con el.

Veinte minutos más tarde Carlos y yo ya nos hemos vestido y bajamos al comedor donde Marta y Rodrigo están terminando de desayunar; cogemos nuestro desayunos y nos sentamos con ellos.
—¡Por fin bajan los tortolitos! —exclama Marta —se supone que os ibais a levantar temprano y son casi las once.
—En realidad tampoco me quedan tantas cosas por hacer —comento.
De hecho, lo único que tengo que hacer antes de irme es hablar con Sergio, cosa que me tiene intranquila desde hace dos días.
Cuando terminamos de desayunar Carlos y yo salimos a dar el que va a ser nuestro último paseo por Madrid; estoy intentando aprovechar el tiempo y disfrutar lo máximo posible pero me es un poco complicado ya que mi cabeza no para de darle vueltas al mismo tema. Por fin llega la hora de comer y vamos a un restaurante en el centro con todos los chicos de la residencia.
Cuando llego a mi habitación son las cuatro de la tarde; tengo que irme ya para llegar a tiempo a mi destino.
—A las cinco y media debemos salir para llegar al aeropuerto —dice Carlos justo antes de entrar en su cuarto.
—Vale, voy a hacer una videollamada con mis padres y quedamos aquí a esa hora —miento.
Me despido de él con un corto beso y después de asegurarme que no me va a ver me encamino a la calle de nuevo en dirección al metro.
Por cada paso que doy estoy más asustada, no se que va a pasar, quizá me ayude o quizá me haga daño; solo espero que no intente matarme.

El metro me deja en un lugar bastante alejado de la residencia, no conozco bien las calles así que cojo el mapa del móvil para orientarme.
Camino a paso rápido adentrándome poco a poco en un lugar que cada vez da más mal rollo; las paredes de los edificios tienen la pintura caída y hay muchísima basura por el suelo, intento contener mis ganas de dar la vuelta y volver por donde he venido.
Por fin llego a la dirección que me dio Sergio, es un edificio bastante desgastado; llamo al portero y enseguida se abre la puerta del portal, subo las escaleras hasta la cuarta planta mientras que me repito que esto lo hago por Carlos, realmente lo tengo que querer un montón como para arriesgar mi vida de esta manera.
Por fin llego a mi destino, llamo a la puerta y unos segundos más tarde esta se abre mostrándome a un chico que no tiene que tener más de veinticinco años.
Lo miro y él me devuelve la mirada de arriba a abajo, Sergio es moreno, con el pelo muy muy negro y rapado casi al cero, me sorprende lo delgado que es, no parece que tenga la suficiente fuerza como para pegar a alguien como Carlos, pero lo que más más me asombra es que pueda ser amigo de Carlos.
—Pasa —dice, cosa que yo hago dudando un poco —no te he preguntado como te llamas.
—Julia, soy Julia.
Caminamos hasta una especie de salon, Sergio me indica con la cabeza que me siente en un pequeño sillón, él se pone justo en frente mia.
—¿Quieres algo de beber?
—No, gracias.
Nos quedamos en silencio, esto es realmente incomodo.
—Necesito que me escuches —comienzo —tu y tus amigos debéis dejar a Carlos.
—Espera espera, ¿por que se supone que debemos dejarlo? ¿No sabes lo del trato?
—Claro que lo sé, pero él no tiene nada que ver en esto.
Sergio suelta una carcajada y me mira negando con la cabeza.
—Claro que tiene que ver, veo que tu novio no te ha contado la historia completa....
—Si que me la ha contado, su padre hizo cosas y vosotros le pedís dinero a cambio de silencio.
—Hay más... —continúa Sergio apoyando sus codos en sus rodillas —Carlos tiene mucho que ver en la historia.
—¿Que quieres decir? —mi corazón late cada vez con más fuerza.
—Carlos ayudó a su padre en muchas cosas, era su cómplice, sin él Santiago ya estaría en la carcel.
—No te creo —espero cruzándome de brazos.
—Pues es la verdad, por ejemplo, un día Santiago iba totalmente borracho; en ese tiempo estaba enemistado con sus vecinos así que no se le ocurrió otra cosa que matar al perro que tenían. Cuando Carlos se enteró ideó un plan para que acabasen pensando que el perro se había perdido y no volvería nunca más.
Me quedo paralizada, no me puedo creer lo que he estado escuchando, Carlos me ha mentido, él no es tan víctima como pensaba.
—Lo siento pero tanto Carlos como Santiago tienen la culpa, y ambos deben el dinero.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora