•Capitulo cuatro•

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Julia
Primer día de clase, me levanto bastante temprano, no quiero llegar tarde, he hecho buenos amigos en la residencia pero también quiero hacerlos en la universidad.
Después de ducharme, vestirme y preparar todo lo que me tengo que llevar decido bajar al comedor para desayunar, Miki y Alba se encuentran sentados en una mesa así que me acerco a ellos.
—¡Buenos días! —dice ella —¿emocionada?
—Un poco, aunque más bien asustada, espero no perderme por el camino.
—La universidad de magisterio está bastante cerca —comenta Miki —tardas en llegar unos diez minutos andando, en cambio Alba y yo tenemos que coger el metro.
— Lo bueno es que vais juntos.
—Tu puedes ir con Carlos, la universidad de periodismo está justo al lado de la tuya.
Me llevo una de mis manos a la frente, ¿por que siempre que quieres evitar a una persona es tan difícil? Necesito alejarlo de mi vida y el no para de cruzarse en mi camino.
—Creo que prefiero ir sola.
En ese momento llega él, parece bastante apurado, miro mi reloj y veo que para llegar a tiempo tendríamos que salir en cinco minutos.
—Siempre voy tarde... hasta el primer día —dice sentándome con nosotros.
— Justo estábamos hablando de ti —comenta Miki —ya tienes acompañante para llegar hasta la uni.
Sus ojos se dirigen hacia mí enseguida y esboza una pequeña sonrisa, sigo sin entender porqué no le molesta esta situación.
—Así que vamos a ir juntos...
—Yo no he dicho eso, se lo ha inventado Miki
—Teniendo en cuenta que no sabes muy bien cómo llegar creo que Carlos te será de ayuda.
Se forma un silencio en el que todos esperan mi respuesta, Odio admitirlo pero Miki tiene razón, necesito a Carlos, al menos los primeros días, hasta que me oriente sola, después seguro que conoceré a gente mejor que me acompañe.
—Deberíamos salir ya, no quiero llegar tarde —digo finalmente.
—Pues vámonos —responde Carlos dándole un último sorbo al café.
Nos despedimos de Miki y Alba y andamos por el pasillo hasta salir de la residencia.
Ninguno de los dos habla, yo voy mirando al suelo y por el rabillo del ojo veo que Carlos saca sus cascos para ponerse música, el próximo día debo coger los míos, esto es demasiado incomodo.
Voy tan absorta en mis pensamientos que no me doy cuenta ni de que hemos llegado cuando Carlos se para en frente de la puerta de la que va a ser mi universidad.
—Pues ya estamos aquí, y no te he matado ni nada.
—Eres tonto —respondo mirándolo con asco.
Él se encoge de hombros y camina unos pasos en dirección a su universidad, justo cuando yo voy a girarme para entrar en la mía oigo que me dice algo.
—¿Sales a las dos?
—Si, ¿por que?
—Pues quedamos en este mismo lugar sobre las dos y cinco.
Y dicho esto se marcha sin darme tiempo a responder, ¿así que voy a tener que hacer el camino de vuelta con el? Genial...

Llego a la clase que se supone que me toca ahora, ya hay varias personas dentro, aunque la mayoría aún no han llegado; todo el mundo aquí se conoce del año pasado, al menos eso es lo que siento yo, tengo que hacer amigos pero siento que hay algo que me impide acércame a ningún grupo.
Camino entre las mesas escogiendo en la que sentarme, veo a un chico escribiendo algo en un cuaderno, está solo así que decido ponerme detrás suya.
—Hola.
—Hola, ¿eres nueva? —pregunta el mirándome con una sonrisa, es rubio y detrás de las gafas negras se ven unos enormes ojos azules.
—Si, este es mi primer año en Madrid.
—Pues seguro que te gusta, es una ciudad muy bonita.
Nos quedamos callados unos segundos pero sorprendentemente el silencio no es incomodo, enseguida se que este chico me va a caer muy bien.
—Bueno, soy Julia, vengo de Cádiz.
—Jorge, de Zaragoza; aunque el año pasado también estudié aquí.
—Entonces lo conocerás todo a la perfección.
—Tampoco te creas... soy bastante despistado.
Los dos sonreímos y justo entonces llega el profesor y todo el mundo se sienta. La clase pasa con lentitud, todo lo que hacemos es escuchar la presentación así que cogemos pocos apuntes, cuando termina todos cogemos nuestras bolsas y salimos.
—Tienes la misma clase que yo ahora —dice Jorge mirando el horario que tengo en mis manos —¿vamos juntos?
—Claro, aún me oriento bastante mal.
Empezamos a caminar entre la multitud de personas cambiándose de clase, es increíble la cantidad de gente que tiene esta universidad, la de Cádiz es mucho más pequeña...
—¿En que residencia estas? —pregunta Jorge sacándome de mis pensamientos.
— El Triunfo, está a diez minutos andando.
—Una pena que no sea la misma que la mía, podríamos volvernos juntos.
—Seria genial... —respondo, y lo digo enserio, solo de pensar que tengo que volver a hacer el camino con Carlos me entra muchísima rabia.
Por fin llegamos a la clase justo cuando llega el profesor, da la casualidad de que Jorge y yo tenemos prácticamente el mismo horario así que no nos despegamos en todo el día, hablamos de por que decidimos venir a Madrid y cuáles son nuestras aficiones; cuando llega la hora de irse siento que he hecho un buen amigo y toda la inseguridad que tenía antes ha desaparecido.
—¿Nos vemos mañana en esta puerta para entrar juntos? —pregunta el cuando llegamos a la salida.
—Claro —respondo con una sonrisa.
Y entonces veo a Carlos mirándome desde lejos, es increíble lo bien que me sentía con Jorge hasta que lo he visto.
Camino hacia él y veo que me observa con la sonrisa de siempre.
—Veo que has hecho un amigo.
—Pues si, es muy simpático.
—Seguro que el no tiene un pasado oscuro como el nuestro.
—¿Por qué te lo tomas todo a broma?
Él se limita a encogerse de hombros y cuando creo que va a volver a sacar los cascos vuelve a hablarme.
—Me gusta ver las cosas con positividad, además me hace gracia nuestra situación.
—¿Que situación?
—Familias enfrentadas y Justo sus hijos se conocen, me recuerda a Romeo y Julieta.
—Solo que nosotros no vamos a enamorarnos.
Carlos niega con la cabeza con mucho ímpetu, como si la idea de aterrara.
—Exacto, pero se que al final acabaremos llevándonos bien.
—Y entonces aparecerán nuestros padres y querrán separar nuestra bonita amistad —respondo yo con ironía.
—Y al final moriremos.
Lo miro abriendo mucho los ojos, eso último que ha dicho me ha asustado bastante.
—Es el final de Romeo y Julieta, no soy un asesino.
—Ah... claro.
Carlos niega con la cabeza, creo que le ha molestado un poco que haya pensado eso, pero no puedo evitarlo.
Nos mantenemos en silencio el resto del camino y cuando llegamos a la residencia cada uno se va a su habitación sin despedirse, me siento un poco mal, pero él debería entenderme, además, si quiero quitármelo de encima lo mejor es que esté enfadado conmigo.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora