•Capitulo cincuenta y cuatro•

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Julia
Después de hacer unas rápidas llamadas nos citamos con Beltrán en una cafetería del centro de Madrid.
Como ninguno de los tres tiene coche cogemos el metro para llegar a nuestro destino, mi padre parece seguro y espero que se muestre así cuando hable con Beltrán, observo que no para de lanzarle miradas a Carlos, como si quisiera asegurarse de que es inofensivo; este por su parte tiene la mirada perdida durante todo el trayecto y todo lo que habla es con monosílabos, creo que está tan agotado que no quiere ni articular palabras.
El metro nos deja bastante cerca de nuestro destino, caminamos en silencio y la tensión se palpa en el ambiente. Llegamos cuando el reloj marca las tres de la tarde, hora en la que nos habíamos citado.
Entramos en la cafetería y enseguida reconocemos quién es Beltrán; un chico increíblemente alto y moreno, con la cabeza rapada y los brazos llenos de tatuajes, no creo que tenga más de veintisiete años; un pensamiento pasa por mi cabeza: "ese chico ha querido matarme"
—Ese es Beltrán, ¿no? —pregunta mi padre a lo que Carlos asiente —quiero que me dejéis solo con el.
—¡Que dices! —exclamo alarmada —ese hombre es peligroso.
—¿Quieres que lo convenza? Pues déjame hablar solo a mí.
Busco la mirada de Carlos para saber que piensa, pero sigue igual de perdida que antes. Supongo que no me puedo negar.
—Está bien, pero ten cuidado.
—Lo tendré, volved a la residencia, os veo en un rato.
Y eso hacemos, nos damos la vuelta y hacemos el mismo trayecto en dirección contraria, Carlos sigue en silencio y yo no lo animo a hablar, a mí tampoco me apetece.
Llegamos a nuestro destino, nos acercamos hasta el ascensor, ¿que se supone que vamos a hacer ahora? No me quiero quedar sola en mi habitación y creo que Carlos tampoco.
—¿Subimos a la azotea? —pregunto.
—Vale.
Entrelazo mis dedos con los suyos y pulso el botón de la planta más alta de la residencia, enseguida estamos allí.
Nos sentamos en ls esquina de siempre, apoyo mi cabeza en el hombro de Carlos y dejo que lo único que se escuche sea nuestras respiraciones.
Pero ese silencio no dura mucho.
—Por fin os encuentro... —una voz que no reconozco suena en el otro lado de la azotea, Carlos pega un respiro y noto como se tensa.
Me fijo en el lugar de donde viene la voz y no me puedo creer lo que veo.
Es el padre de Carlos.
—Mierda —escucho decir a este último mientras tira de mi mano para que me levante para después posicionarse delante mia —¿Que haces aquí?
Santiago da unos pasos acercándose más a nosotros.
—Asegurarme de que mi hijo no me mete en líos... me ha llegado información de que estás haciendo cosas que no me gustan nada.
—Yo haré lo que es mejor para mi, ¿no es eso lo que haces tú? —me sorprende notar la firmeza en la voz de Carlos.
—Chico listo —otro paso más hacia nosotros —te he educado bien... el problema es que lo que estás haciendo ahora no me gusta.
—Me da igual papá, estoy harto de ti, quiero vivir tranquilo.
—Yo también, por eso creo que lo mejor es matarte.
Me quedo petrificada, Santiago cada vez esta más cerca y nuestras espaldas chocan con el borde de la azotea.
—Sois buenos chicos... pero me sobráis —eso es todo lo que dice antes de lanzarse hacia nosotros.
Me repente escucho un fuerte golpe.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora