•Capitulo veintiocho•

507 21 7
                                    

Julia
Rodrigo y yo nos despedimos de nuestros padres y caminamos con nuestras maletas  hacia la entrada de la residencia.
Yo voy sumida en mis pensamientos con la música a tope, por lo que no me doy cuenta de que me están llamando hasta que alguien me da un golpe en el hombro; enseguida me quito los cascos y escucho la voz de Miki.
—¡Julia! Dos semanas sin vernos y ni saludas.
—Perdón —respondo fingiendo una sonrisa, Miki no sabe lo que ha pasado así que debe extrañarle mi comportamiento.
Veo a Marta acercarse a nosotros y después de saludarnos se va con Rodrigo para darle un fuerte abrazo, esto es lo que estaría haciendo con Carlos si no fuese porque hemos roto.
—Estamos todos en el comedor hablando, ¿vienes?
Una parte de mí no quiere ir, pero otra (la orgullosa) se niega a no estar con sus amigos por culpa de una persona.
—Claro, dejo la maleta y bajo.
Unos minutos más tarde estoy entrando en el comedor, Marta y Rodrigo están sentados uno al lado del otro y no paran de hablar, Miki, Alba, María y Carlos están manteniendo una conversación a parte, cuando ya estoy lo suficientemente cerca de ellos veo que Carlos me está mirando, pero no con la sonrisa de siempre, si no con una seriedad enorme, lo ignoro completamente y me siento en la silla que queda libre, entre Alba y María.
—Julia como siempre la última... —dice Alba —¿Que tal las navidades? —pregunta dirigiéndose a mi.
—Mejorables —respondo más cortante de lo que pretendo.
Todos se quedan callados y me miran preocupados, yo soy la que siempre suele estar alegre y no es normal en mi estar tan seria, pero ahora mismo no puedo ni siquiera intentar sonreír.
—Julia y yo estamos cansados —comenta Rodrigo intentando normalizar el ambiente —han sido muchas horas en el coche para llegar hasta aquí.
Asiento para que todos piensen que estoy así por eso y no me vuelvan a preguntar nada, le lanzo una rápida mirada a mi hermano y veo que me observa preocupado, se ve que estoy más seria de lo que pienso.
Me vuelvo a fijar en Carlos y veo que sigue observándome, esta situación me supera, no puedo llorar delante de todos.
—Tengo que irme —digo levantándome de la silla —luego os veo.
Y sin darle tiempo a nadie para que me responda salgo rápidamente del comedor en dirección a mi habitación.
Camino con rapidez intentando evitar que nadie me vea, tengo un nudo en la garganta y necesito estar sola y desahogarme, como he hecho todos estos días.
Por fin llego a la puerta de mi habitación y cojo mis llaves para abrirla. Entonces noto como alguien me tira del brazo haciéndome girar sobre mi misma.
Los ojos de Carlos me observan preocupados, no quiero hablar con él, pero sé que no voy a tener otra opción.

Nos quedamos unos segundos en silencio, no pienso decir nada, es él el que ha venido a hablarme así que tiene que comenzar la conversación. Parece paralizado, en otra situación me reiría al ver su expresión de terror, pero ahora todo lo que quiero es llorar.
—Me quiero llevar bien contigo —comienza a decir Carlos — por favor —noto desesperación en su voz.
— No quiero tener ningún tipo de relación contigo —contesto cruzándome de brazos —eres como tu padre.
—¿Enserio piensas eso de mi?
—Ahora mismo si, me has hecho mucho daño, y a ti parece darte igual.
Me fijo en que los ojos de Carlos se están poniendo rojos, pero intento ignorarlo mirando al suelo.
—No me da igual Julia, jamás me va a dar igual, pero...
—¿Pero? —pregunto al ver que no continúa.
—No podemos estar juntos.
Ya está, ahora sí que si se ha acabado, una pequeña parte de mí esperaba que al volver a la residencia Carlos quisiera estar de nuevo conmigo, tenía esperanzas de que todo sería como antes, pero con esa frase mi ilusión se ha caído por los suelos, ahora sí que si es el final.
—Pues adiós —digo para después abrir la puerta de mi habitación y entrar dando un portazo detrás mía.
Escucho a Carlos llamarme por última vez, pero por nada del mundo pienso abrirle la puerta, lo mejor para mi es verlo lo menos posible y así poco a poco sanará la herida.
Me siento en mi cama reprimiendo las ganas de llorar, pero llega un momento en el que no puedo más y exploto, no sé como no me he deshidratado aún, supongo que bebo más agua de lo que pensaba.
Después de un rato así consigo relajarme un poco y me quedo mirando a la nada sentada en mi cama, aún tengo que deshacer la maleta y volver a colocar todas las cosas que me llevé a Cádiz; de repente mi cabeza viaja a la puerta de mi habitación, justo a los pies de esta hay una carta que no había visto antes.
Me levanto enseguida y corro a cogerla, en un sobre con mi nombre, alguien lo ha debido meter por la ranura de la puerta estas Navidades.
Me fijo en que en una de las esquinas hay un escudo con unas letras en inglés, no tengo ni idea de que es esto.
Lo abro con cuidado y dentro me encuentro un solo papel con un texto que va dedicado a mi, está en inglés pero lo entiendo perfectamente.
"Señorita Medina. Le mandamos esta carta desde nuestras oficinas de Nueva York, cada año ofrecemos becas a estudiantes universitarios con notas brillantes en carreras relacionadas con nuestro idioma, el inglés. Usted ha sido recomendada por sus profesores y después de ver su expediente nos encantaría tenerla el último cuatrimestre (de marzo a junio) estudiando con nosotros en cualquier punto de Estados Unidos. Esperamos su respuesta en caso de que esté interesada.Abajo del todo hay un número de teléfono para contactar con nosotros."
Estoy flipando muchísimo con esto, tengo la oportunidad de irme, de escapar de todo esto y de aprender muchísimo durante cuatro meses, tengo que pensármelo mucho pero... ¿y si acepto?

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora