•Capitulo dos•

930 39 32
                                    

Julia
Llevo exactamente una hora y media haciendo esta habitación mía; ya he llenado el escritorio de tazas con bolígrafos y cuadernos, el armario tiene toda mi ropa doblada en su sitio (a saber cuánto durará así) y por supuesto mi guitarra está en una esquina preparada para que la toque cuando quiera.
Ya casi es la hora de comer y no se si es por la emoción de mi primer día o por no haber parado en una hora y media que estoy muerta de hambre, así que decido escribirle un mensaje a Rodrigo para ver que tal va.
||Julia||: Eyy ¿quieres comer ya?
||Rodrigo||: He salido a dar un paseo por la residencia y he conocido a un par de chicos así que comeré un poco más tarde.Lo siento.
||Julia||: No pasa nada.
Me alegro mucho por mi hermano, es genial que ya esté hablando con gente de aquí, quizá no le cueste tanto integrarse, quizá a la que le cueste es a mi.
No debo comerme la cabeza, no ahora, es mi primer día, debo disfrutarlo.
Salgo de mi habitación para ponerme en marcha hacia el comedor cuando veo a unas chicas hablando animadamente en el pasillo, se ve que se llevan muy bien, me da vergüenza acercarme pero debo socializar.
—Hola —digo antes de arrepentirme —acabo de llegar y no sé orientarme, ¿sabéis donde está el comedor?
Que excusa tan típica para hablar con alguien.
Las tres chicas me miran con una sonrisa, parecen simpáticas.
—Nosotras vamos para allá ahora, acompáñanos —dice una de ellas, es rubia y bajita —Me llamo Alba, ellas son Maria y Marta.
La primera es alta, delgada, pelo largo y rubio; la segunda es de pelo negro y mirada intensa. Tengo que aprenderme sus nombres y conseguir no confundirlas.
—Yo soy Julia.
Silencio incomodo, lo normal cuando conoces a alguien, nos quedamos ahí paradas sin saber que decir hasta que Marta habla.
—Bueno... ¿vamos?
Llegamos al comedor y como es normal está llenísimo de gente de todas las edades, desde los que acabamos de entrar hasta los que llevan ya hasta seis años. Cogemos una bandeja y nos ponemos en la cola a esperar nuestro turno, unos diez minutos más tarde ya estamos sentadas en una mesa con nuestras mini hamburguesas con patatas en el plato.
— Bueno, ¿y que estás estudiándo? —pregunta Maria intentando sacar conversación.
—Magisterio, es mi sueño desde pequeña —contesto yo.
—Pues yo he cogido filología inglesa —comenta Marta.
—Igual que mi hermano Rodrigo.
María me mira con los ojos muy abiertos y se dirige a mí con una sonrisa.
—¿Tienes un hermano aquí? ¿Es guapo?
Vale, ya he calado a esta chica, le gustan las fiestas y los chicos, sería divertido salir con ella.
—Es mi mellizo... y está entrando justo por ahí —digo señalando la puerta por la que entra mi hermano con dos chicos más.
—¡Va con Miki! —exclama Alba —no ha podido escoger mejor a quien acercarse.
—¿Quien es Miki?
—El moreno de ojos verdes, lo conocemos solo desde el año pasado es la persona más simpática que te puedas encontrar.
—¿Y el otro? —pregunto mirando al chico que va un poco por atrás.
—Es Carlos —contesta Marta —es un poco tímido al principio pero también es buena persona.
Carlos... podría ser... no; es imposible que sea el.
Los chicos se acercan a nosotras mirándonos con una sonrisa, se nota que se conocen desde el año pasado y que se llevan muy bien entre todos.
—Hola, veo que habéis conocido a una chica nueva —dice Miki mirándome con una sonrisa —eres la melliza de Rodrigo.
—Si, Julia Medina.
—Yo soy Miki, y él es Carlos.
El tal Carlos mueve la mano en forma de saludo, no voy a negar que no parece simpático, pero algo en mi cabeza no para de decirme que es él el chico a quien no debo acercarme; por ahora será mejor dejarlo pasar.
Los chicos se van a coger comida y se sientan con nosotras, Alba, que ya a terminado de comer, empieza a hablar.
—No me puedo creer que en dos dias empiecen las clases de nuevo...
—Lo bueno es que al principio no hay que estudiar mucho —continúa María —podemos ir a fiestas, conocer a chicos...
—Y a chicas —termina Miki.
—¡Pero si tu estas con Helena! —exclama Marta.
—Lo se... lo decía por Carlos.
—¡Pero si yo no he dicho que quiera novia! —la voz de Carlos no parece de persona que intenta matar a alguien, eso es un progreso —en las fiestas me conformo con no perderme entre tanta cantidad de gente.
Sonrío ante su comentario, el chaval es hasta gracioso.
Continuamos hablando hasta que todos han terminado de comer, Rodrigo tiene que continuar ordenando su habitación y Miki y Maria han quedado con sus respectivos novios, por lo que solo quedamos Marta, Alba, Carlos y yo.
—Yo creo que me voy a mi habitación a descansar un rato, podemos quedar más tarde si queréis —dice Marta.
—¿Que vais a hacer vosotros? —nos pregunta Alba.
— Yo creo que voy a ir a la biblioteca de la residencia, quiero coger un libro —contesta Carlos.
— Jo tio... no me apetece nada ir a la biblioteca... ¿y tú Julia?
Los tres me miran a mi, no tengo nada de ganas de irme a mi habitación, me apetece descubrir nuevos lugares de la residencia, y si voy con Carlos podré aclarar la duda que tengo desde que lo vi.
— ¿Puedo acompañarte a la biblioteca? —pregunto mirándolo.
—Pues claro —contesta el con una sonrisa cercana.
—Pues nada... me iré a la habitación, avisadme si hacéis algo nuevo.
Los cuatro nos despedimos y cada uno se encamina a su destino; Carlos y yo caminamos en silencio, me da un poco de vergüenza preguntarle una cosa así, pero la curiosidad me está matando.
—¿Y de donde eres? —pregunto.
— De Barcelona, Espluehe de Lobregat concretamente, ¿y tú?
—De Cádiz, San Fernando concretamente —respondo yo imitándolo —oye... ¿tu padre ha vivido aquí?
Carlos me mira bastante extrañado, probablemente no se esperaba esa pregunta, y lo entiendo, porque no es nada normal.
—Si... ¿como lo sabes?
—Mis padres también estuvieron, creo que eran amigos...
—Pues no tengo ni idea, el mío no me ha contado nada.
—Pues estuvo a punto de matar a mi padre —respondo yo soñando más borde de lo que pretendía.
Creo que Carlos ya no puede flipar más, probablemente le pareceré una loca, pero no me importa, algo en mi a despertado un enfado enorme, no quiero volver a hablar con Carlos en mi vida.
—Lo que acabas de decir es un poco raro... pero me lo creeré.
—¿Eso significa que piensas que tu padre hizo eso?
Carlos se encoge de hombros y me mira con una media sonrisa, parece que se está tomando esta situación a broma.
—Lo veo capaz.
Justo entonces llegamos a la biblioteca, nos quedamos callados unos segundos, Carlos se dirige a unas estanterías y yo le sigo aún dándole vueltas al tema.
—¿Te da igual lo que te acabo de decir? ¿No lo ves como algo muy fuerte? —pregunto en un susurro.
—Al final no pasó nada ¿no? Pues ya está, eso no tiene nada que ver conmigo.
—¡Tu estás igual de loco que tu padre!
—¡Que dices! Yo no me parezco en nada a él.
— A saber lo que eres capaz de hacer... me voy a mantener todo lo lejos de ti que pueda.
—Te recuerdo que acabas de integrarte en un grupo al que yo también pertenezco —responde él con la misma sonrisa divertida, ¿por que parece un niño bueno?
—Aunque estes en el mismo grupo que yo no tengo por que hablar contigo —respondo alejándome de él, me quiero ir ya de aquí.
Carlos se ríe silenciosamente y yo me enfado aún más, ¡le da igual todo!
—¿Sabes? Me has caído bien.
Lo miro sorprendida, este chico tiene un problema mental grave, ¿como le voy a caer bien? Necesito alejarme de él cuanto antes.
—Yo solo se que no confío en ti, y que nunca lo haré.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora