•Capitulo veinticuatro•

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Julia
Recibo un mensaje de mi madre diciéndome que llegarán en diez minutos justo cuando termino de cerrar la maleta, así que decido salir de mi habitación e ir hasta la de Carlos para ver si sigue ahí.
Llamo a la puerta y enseguida me abre con una sonrisa.
—Mi padre acaba de llegar, está subiendo así que tenemos poco tiempo —comienza a hablar acercándose a mi —te voy a echar de menos.
—Y yo a ti, pero son sólo dos semanas y nos escribiremos todos lo días.
—Pues claro que si —dice dandome un beso en la frente —no te vayas a olvidar de mi...
—¿Como me voy a olvidar de ti? Mira que eres tonto.
Justo entonces escuchamos el ascensor moverse y los dos entendemos quién es.
Carlos me besa por última vez para después despedirse de mi, salgo de la habitación justo cuando las puertas del ascensor se abren.
Un señor y una señora salen de él, el hombre es moreno y solo por la mirada ya se ve su actitud altiva, la mujer es rubia y delgada, creo que Carlos ha salido a ella.
Paso por al lado suya y se me quedan mirando, no hay duda de que me han reconocido, me parezco mucho a mi madre.
Entro en mi habitación y cojo la maleta para bajar a la entrada, donde me esperan Rodrigo y Marta, ellos no tienen que ocultar nada, y es una suerte.
—Papa y mamá están aparcando —dice mi hermano cuando me ve —ya te has despedido de...
—Sí -respondo cortándolo —te recuerdo que tienes que mantener el secreto.
—Tranquila, te prometo que no diré nada.
Justo entonces aparecen mis padres entrando por la puerta, se acercan a nosotros y nos saludan con un abrazo. Rodrigo les presenta a Marta y ellos parecen encantados de conocerla, ojalá mi situación fuese igual.
—Me alegro mucho de que estéis felices en esta residencia —dice mi padre —¿todo bien? —pregunta, y se perfectamente a que se refiere.
–Perfecto —respondo yo.
Nos despedimos de Marta, que se va con sus padres prometiéndonos visitar Cadiz algún dia, ella es de Malaga asi que lo tiene fácil. Mi padre coge nuestras maletas y se dirige a la salida hablando con mi hermano, yo me quedo un poco rezagada atrás, al igual que mi madre.
—Te noto un poco rara —dice ella acariciándome el pelo.
—Echaré de menos la residencia.
—¿Seguro que es la residencia? ¿O alguien en concreto?
Me fijo en que me está mirando seria y no con la sonrisa divertida que se le suele poner cuando hablamos de chicos, quizá sospeche algo, las madres lo saben todo aunque no tengan pruebas de nada.
—Estoy bien —es todo lo que alcanzo a responderle.
Mi madre asiente y acelera un poco el paso ya que Rodrigo y mi padre casi se han montado en el coche, vuelvo la vista hacia atrás por ultima vez y veo a Carlos saliendo del ascensor, nuestras miradas se cruzan y el me sonríe disimuladamente.
Son solo dos semanas, no va a pasar nada malo.

Después de casi siete horas de viaje por fin llegamos a Cadiz, me sorprende la temperatura, en Madrid hace mucho más frio y no lo había notado.

Camino por mi casa con la maleta, he estado tres meses enteros sin venir pero aun así siento que fue ayer cuando cuando me fui. Al final del pasillo está mi habitación, es mucho más grande que la de la residencia y aun así está mucho mas desordenda; me fijo en las fotos que tengo pegadas en la pared, todas con mis amigos, ojalá pudiera poner una con Carlos.
Decido que desharé la maleta más tarde, así que bajo al salón donde están mis padres hablando.
—¿Puedo ir a la playa? —pregunto sin a penas ser consciente de lo que he dicho.
—¿Ahora? —pregunta mi padre.
—He estado tres meses en Madrid, me apetece.
Se forma un silencio durante unos segundos y al final asienten por lo que cojo mi móvil y mis llaves y salgo de mi casa.
Me apetece estar sola, cada vez que veo a mis padres un sentimiento de culpa me invade, siento que les estoy fallando, cada vez que me miran orgullosos de que este viviendo independientemente se me pasa por la cabeza la idea de lo que pensarían si supiesen la verdad.
Camino durante unos diez mintos y por fin llego a la playa, no hay mucha gente y por suerte no se encuenra ningún conocido; me siento en la arena y miro las olas moverse, hacía mucho que no contemplaba este paisaje.
De repente suena mi móvil, y todo el estrés que tenia se disipa al ver el nombre que aparece en la pantalla.
—Hola, ¿has llegado ya a Cadiz?—pregunta Carlos.
—Hace un rato, ahora estoy en la playa.
—Veo que no te ha faltado tiempo para ir —responde él soltando una carcajada.
—Necesitaba estar tranquila, me siento... —me quedo callada unos segundos sin encontrar la palabra adecuada —me siento mal.
Se produce un silencio entre nosotros en el que me imagino a Carlos cambiando su expresión por una más seria.
—Me encantaría darte un abrazo ahora mismo, pero no puedo, así que te digo que no debes sentirte mal, no estás haciendo nada malo.
—Lo sé, pero aun así...
—Todo se solucionará, ya verás.
—Estoy segura de ello, dentro de unos meses seremos felices y libres - digo con una sonrisa.
—Y me invitarás a comer puntillitas.
—Y tu me enseñarás a hablar catalán mientras que paseamos por Las Ramblas.
Ambos nos reimos, seria genial que ocurriese algo así.
—Mi padre me está llamando —dice Carlos —tengo que irme.
—Vale, yo me voy a quedar un rato más aquí.
–Prométeme que vas a dejar de comerte el coco y vas a disfrutar Cadiz.
No puedo evitar sonreir, es increíble como una persona puede alegrar cualquier situacion
—Te lo prometo

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora