•Capitulo cuarenta y ocho•

456 23 0
                                    

Julia
Abro lentamente los ojos notando un fuerte dolor en la cabeza, tardo unos minutos en centrar mi vista del todo y comprender que estoy en una habitación, o al menos eso creo ya que lo único que veo es el techo.
Me incorporo un poco y de nuevo vuelvo a sentir un fuerte mareo, me duele todo el cuerpo.
—¡Te has despertado! —tardo en reconocer que la voz que escucho es de Carlos, de hecho no estoy segura de que es él hasta que no se sienta a mi lado en la cama.
—¿Que tal estás? —pregunta asustado.
—Pues...
—Te han dado una paliza —dice interrumpiéndome —los muy idiotas han hecho lo último que quería que ocurriese.
—No recuerdo nada...
—Normal, cuando te encontré estabas en el suelo desmayada; te traje a mi habitación enseguida.
—¿Y ellos no estaban?
—No, se habían ido... ¿Sabes por qué ha ocurrido esto? Porque hablaste con Sergio.
—Yo no sabía que era tan peligr... —miento.
—¡Ellos ya saben quien eres! —de nuevo me interrumpe —ahora pueden hacerte lo que quieran.
Veo a Carlos especialmente nervioso, está realmente asustado, cosa que hace que yo me esté empezando a sentir igual.
—Dime una cosa —dice mirándome a los ojos —prométeme que no vas a volver a hablar con Sergio.
—Carlos yo... —no puedo prometerle eso, si sigo intentando convencer a Sergio creo que al final acabaré consiguiéndolo.
—Prométemelo.
Nos quedamos en silencio durante unos segundos, Carlos no aparta la mirada de mi, creo que ni siquiera pestañea; no me va a dejar hasta que no conteste lo que quiere oír.
—De acuerdo, te lo prometo.
Y entonces se lanza a abrazarme y ahí es cuando comprendo que unos matones me han dado una paliza.
—¡Ay! Me haces daño.
—Perdón —contesta separándose, parece más tranquilo —no puedo dejar que te hagan nada más, lo he pasado realmente mal.
—Bueno, pero estoy bien.
—Si, y menos mal, casi me da un infarto buscándote.
—¿Tanto me quieres como para buscarme desesperado? —pregunto en broma intentando quitarle hierro al asunto.
—Que va, no estaba desesperado, solo actuaba —ha vuelto el Carlos bromista.
Se acerca a mi para darme un beso en la mejilla lo que me hace sonreír como una tonta; después se levanta y coge de un cajón del armario una pastilla y me la tiende junto con un vaso de agua.
—Tómate esto para que se te pase el dolor y yo mientras voy a pedir algo rico para cenar...¿que te apetece?
—Me da igual, lo que quieras.
—Sabes que yo siempre voy a querer pizza.
—Pues pizza —respondo encogiéndome de hombros.
Observo a Carlos coger su móvil un poco más feliz sabiendo que va a cenar su comida favorita.
Ojalá pudiese estar así de sonriente siempre, sin tantos problemas.
La única solución que encuentro para arreglarlo todo es hablar con Sergio, por lo que lo siento, pero voy a tener que incumplir la promesa que le he hecho a Carlos.

A la mañana siguiente me despierto abrazada a Carlos; hoy me duele todo el cuerpo más aún y tengo algún que otro moretón en el brazo.
Me incorporo con cuidado de no hacer mucho ruido y entro en el baño, al mirarme en el espejo me fijo en que tengo algunas heridas en la cara, pero no son muy grandes, se ve que no me pegaron con mucha fuerza.
Salgo del baño y miro la hora; son las nueve de la mañana, deberíamos estar en clase.
Me siento en la cama y le acaricio el pelo a Carlos intentando despertarlo, entiendo que esté cansado, ayer tuvo un día muy duro emocionalmente.
Poco a poco va abriendo los ojos y lo primero que hace cuando me ve es sonreír, yo me muero de ternura, es un bebé.
—Me has despertado... —comenta volviendo a cerrar los ojos.
—Deberíamos ir a clase, en nada empiezan los exámenes.
—Me da pereza...
—Lo sé, pero hay que aprobar.
Carlos suspira frustrado sabiendo que no me va a convencer y vuelve a abrir los ojos, esta vez más despierto.
—Tu deberías quedarte aquí —dice incorporándose —aún debe de dolerte todo el cuerpo, además si te ven alguna herida por pequeña que sea te preguntarán —enseguida sé que se está refiriendo a Jorge.
—De acuerdo, pero eso no quiere decir que tú no tengas que ir.
—De acuerdo mamá... —contesta Carlos con una sonrisa burlona —pero antes tenemos que desayunar, y como tienes que descansar creo que iré a comprar churros y nos los comemos aquí.
—¡Carlos! ¡Que ayer cenamos pizza!
Mi novio empieza a reírse y yo ruedo los ojos, no me puedo creer que tenga tan buen cuerpo si no para de comer basura.
—De acuerdo, pero al menos traeré unas tostadas y un café

Casi una hora después ya hemos terminado de desayunar y Carlos está preparado para irse a la universidad aunque sea para estar en un par de clases; yo continúo sentada en la cama bastante dolorida.
—Pues ya estoy listo —dice acercándose a mi —adiós.
Me da un beso en la frente y después de que yo me despida con la mano de marcha.
Cuando me aseguro de que no me puede oír cojo mi móvil y en cuestión de segundos ya estoy llamando a Sergio. Esto tiene que acabar, y no me voy a rendir.
Sorprendentemente escucho una voz a los pocos segundos.
—Julia... no me esperaba que me fueras a llamar.
—No me rindo fácilmente, ni aunque me deis una paliza —mi voz suena más dura de lo que pretendo.
—Yo no quería, pero ya te dije que si mis compañeros se enteraban iba a haber consecuencias.
—¿Y como se enteraron?
—Vieron tus llamadas en mi móvil y enseguida supieron quien eras... su intención era matarte pero yo los frené y lo único que hicieron fue conseguir que te desmayaras.
Un sudor frío recorre mi espalda y por primera vez comprendo que lo de que me podían matar iba enserio... si no fuese por Sergio ahora estaría...
—La verdad es que me siento mal por vosotros —continúa él —me has caído sorprendentemente bien, quizá pueda intentar ayudaros.
—¿¡Enserio!? —el miedo que tenia hace unos segundos es sustituido por la sorpresa.
—Pero no te emociones, en unos días te llamo, veré que puedo hacer.

No confío en ti ||Julright||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora