x. Cap. 6

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— ¿Así que les hicieron probar pastel?

Pete descansaba recostado en su sillón plegable. Junto a él Tyler permanecía inmóvil hipnotizado frente al televisor, tratando de entretenerse con lo que fuera por no sentir los tentáculos que acariciaban sus músculos.

— Amenazaron con llamarte sino accediamos. —grito la rubia desde la cocina.

Pete le restó importancia con la mano. — Hicieron bien. Ellos hubieran llegado en pleno parcial con su maldito pastel.  No sé qué le pasó a mi amigo, se está volviendo un imbécil.

El repiqueteo de la mano del menor lo distraía. Trato de cuestionarle las razones pero el olor a la caserola de la rubia invadió la sala.

— ¡Aleluya, por las mujeres que saben cocinar!

Cenaron en silencio como las últimas noches. Desde que Tyler había dejado en un texto su situación, Pete no tardó en ir a buscarlo, se trajo a la rubia también porque si sus padres preguntaban, diría que eran hermanos. Le sentó de maravilla pensar en servicio las veinticuatro horas a cambio de techo y comida, que claramente era dinero de sus padres quienes estaban de viaje. Pensaba en echarlos tan pronto llegarán, por mientras al único que echo fue a su hermano político.

— Ve a bañarte. — palmeó las piernas del menor.

No tardó en verlo desaparecer por las escaleras.

— ¿Le das una limpieza a la cocina, jenita?

La rubia asintió antes de que él también desapareciera.

Las noches eran así, Tyler pagaba por la estadía de ambos, Jenna lo pagaba yendo de compras, cocinando y mantenimiento la limpieza en la casa.  Ambos sabían de que esto no duraría mucho, pero mientras durará tendrían que hacerlo bien.

La mujer subió todo el volumen del televisor cuando el ruido de la habitación empezaba a colarse cerca.

Jenna ocupó el cuarto de Patrick, no conocía al dueño de la habitación pero el nombre gigante que estaba escrito en graffiti lo certificaba bien. Las olorosas prendas que encontró en el suelo las metió apretujados en un tachito que había sido enterrado entre papeles arrugados.

Inspeccionando el lugar, caminó de aquí para allá hasta quedar bajo las sábanas gruesas. Pensó en otra opción, siempre pensaba en otras opciones, no habían muchas para dos personas de alquiler, como se lo habían retractado hoy. Así, girando de un lado a otro sobre las cosas ajenas, descubrió que la habitación daba a un parque. Pensó en regarlo al día siguiente y se durmió imaginando rosas de muchos colores.

Tyler despertó al medio día de la mañana siguiente, inquieto por un ruido que le hacía encogerse bajo las sábanas. Abrió los ojos perezoso para descubrir que en su habitación llovía.

— ¿Qué?

— Despierta dormilón.

Jenna tenía una manguera en manos y cerró la llave cuando Tyler consiguió unos pantalones.

— Estás mojando todo el lugar.

— Ya se secará. —sonrio la rubia. — Ven conmigo descubrí que tienen un rosal en su jardín.

El parque que tenía la casa era grande, un rosal de rosas rojas crecía en la parte trasera de la casa, veinticinco en total, ergidas y en perfecto estado.

— Mi Mamá decía que las rosas pueden vivir sin cuidados tres semanas pero si olvidas de pensar en ellas, se marchitan en tres días.

Tyler la observó regar los rosales, se veía muy cuidadosa con el trabajo. Por más que esperó ninguna espina le poco los dedos a su amiga.

Chico de Alquiler // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora