X. Cap 38

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Quiero huir

lo he pensado mucho

quiero recordar como es caminar sin ser perseguido

Quiero ser libre

No necesito diez años aquí para que duela como un día más

Y yo ya no puedo más

Josh abrió los ojos, frente a él el rostro del anciano padre de la castaña se torno curioso, el puño que tenía en la boca se desprendió con cuidado y Josh se acomodo mejor sobre el asiento.

La reunión ya habia terminado, la animada mujer discutía con benevolencia a sus padres el interés de marcharse, y aun les presento infinidad de objeciones, estos prefirieron marcharse, junto a ellos la preocupación del prometido.

— Necesito hacer una llamada.

—¿Ahora?

Los pensamientos que revoloteaban en su mente fácilmente podrán ser producto su atormentada culpa, no debí dejarlo solo, se repetía, no debí dejarlo solo cuando podía llevármelo conmigo.

Sintió el pecho oprimirse, sintió enojo, sintió que algo andaba mal.

— Josh, ¿a quién llamas a estas horas? —la preocupación en la voz de la mujer no fue lo único que llamó la atención del hombre.

—Te lo explicaré después...

— ¡No!

El cable del teléfono fue desconectado. Debby llegó junto a él.

—Josh, yo nunca he tenido que preocuparme por este tipo de cosas, porque te conozco y sé que me amas pero hoy es de nosotros, hoy fue de nosotros, y.. mañana y siempre será de nosotros. - lo tomó del rostro.

— Deb, tú no entiendes..

— No quiero entender, solo quiero que vayamos a dormir.

Ella llegó a sus labios y él se olvidó de todo lo demás.

*. *. *. *. *

¡Déjenme!

El grito se oyó en todo el salón, algunos cuantos voltearon la cabeza desde sus lugares y muchas bailarinas que también habían oído de detuvieron por unos segundos.

— Vuelvan a sus cosas. —decía un guardia.

Jenna estaba oculta en los baños, se cubrió con las manos frente al espejo mientras rezaba por su amigo.

Le tocaron la puerta: — Señorita a trabajar.

Todos tenían que ser sordos, todos tenían que sonreír y seguir bailando, la música jamás se detenía como los clientes que jamás se perdían hacia el camino.

Nadie se conocía más de lo que tenía que conocerse, por eso nadie más que la rubia mujer lloraba y nadie como ella miraba con preocupación el camino que llebaba a la oficina del Amo.

—¡Ayuda por favor!

Alex ato su dantal a la cintura y miró por sobre el hombro hacia donde provenían los gritos. Había llegado de la universidad y está noche ya no podría descansar pues tenía que cubrir el turno de su compañero.

—No duró mucho.

Un guardaespalda se removió inquieto.

Chico de Alquiler // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora