X. Cap 31

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La prueba a la que se sometió resultó ser un problema inferior frente a lo que se esperaba cuando llegó al departamento de Pete esa tarde.

— ¿Qué? —se preguntó al encontrar una mochila en el pasillo del segundo piso justo a unos pasos del cuarto de los hermanos Stump. — ¿Qué? —volvió a preguntarse cuando notó que la mochila tenía una nota de pegatina sobre la mochila donde figuraba en letras grandes su nombre.

"TYLER"

Solo decía eso, era una nota simple, garabateada con presura con algún marcador sé que habría quedado sin tinta en el trayecto, solo tenía su nombre grabado en ella, pero significaba más de todo lo que podría imaginarse. Dentro de la mochila azul con cuadrados camello había ropa que no reconocía, un par de zapatillas limpias y algo de dinero, a fuerza de hurgar entre los trapos encontró una vieja camiseta que reconocía como suya y una bolsa con el medicamento que ya se le había acabado para el dolor en las costillas. El garabateo en el recetario le hizo sentirse humillado.

No se atrevió a tocar la puerta de los hermanos, aunque lo pensó mucho quedándose de pie frente a la nada, esperando a que las lágrimas le cayeran, solo, con una vieja mochila en manos y todas las pertenencias que poseía en el interior. Respiró profundo y cerró los ojos odiando ser tan invisible para todos, tan insignificante, tan descartable.

Se colgó la mochila al hombro y dio medio vuelta. Sus pasos bajaron las escaleras, lo guiaron hacia la calle, lo hicieron detenerse cuando un auto estuvo por pisarle los talones, fueron cuidadosos de no hacerlo caer y fueron lo único que necesitaba para hacer algo, porque de no estar caminando, estaba seguro de que se volvería loco. Camino sin parar porque caminar lo entretenía, camino para seguir siendo invisible frente a todos quienes caminaban al compás seguros de a dónde llegarán, a diferencia de él.

— Hey. —lo detuvo alguien. Tyler rodeo a la persona y se ajustó la mochila un poco para huir de ese extraño, pero la persona que lo había detenido tomó su mochila para detenerlo. — ¿Hey? —preguntó la voz nuevamente, ahora conocida, ahora familiar, ahora dulce y el menor que solo tenía ganas de llorar se aferró a la persona que lo había encontrado con tanta fuerza que la persona se sorprendió en gravedad.

— Jenn. —susurró bajito solo para que escuche ella pues estaban en medio de la calle.

La rubia no tardó en reaccionar para estrellar al más pequeño entre sus fríos brazos y abrazarse a él con mucho afecto. La fraternidad que los unía superaba los lazos de sangre, que en ambos casos habían sido mezquinos con ellos. La mujer beso su cabeza y lo escondió en su pecho, sintiendo que temblaba, reconociendo la fragilidad en su ser y segura como siempre solía anteponerla su intención, de que Tyler tenía mucho que olvidar. Se trago sus preguntas, obligó a sus lágrimas a secarse en sus propias mejillas y lleno de alentadoras palabras los cabizbajos sentidos del menor.

— Me alegra mucho verte de nuevo. —le dijo con sinceridad. — Qué te has tardado mucho en visitarme sí y que poco importa, claro.

La mujer lo hizo caminar junto a ella, tomaron un camino entre dos calles, un callejón extenso que destellaba entre luces neón, oscuras sombras y caminantes sombríos. Poco le importó al castaño haber encontrado el camino de vuelta al infierno con tal de desaparecer de ese mundo de personas egoístas con máscaras falsas. Poco le importó que su rubia amiga estuviera reteniendo un cigarrillo en la punta de los labios y que expulsará mucho humo con una actitud de ansiedad, ni sus ojos que estaban inyectados de un rojo intenso lograron dejar de mirarla con cariño y mucho menos le importó que estuviera solo cubierta de un extenso abrigo que dejaba entrever sus desnudas piernas esbeltas sobre los tacones altos. No le importó nada porque prefería muchas veces volver a las calles que ha ser el conejillo de indias de los amigos de Pete.

Chico de Alquiler // JoshlerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora