Seamos felices.

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EMILIO.

Llegué corriendo a su casa. Entré, ya que tenía una copia y fui al cuarto de Joaquín. Abrí la puerta y lo encontré abrazando la sudadera que Joseoh le había regalado.

-Joaquín…

Me extendió la sudadera y me señalo la etiqueta, lo agarré y leí. Joseph estaba locamente enamorado de Joaquín, ¿como había hecho eso? Me acosté en la cama y envolví a Joaquín en mis brazos, él se aferró a mi playera.

-Gracias por venir - dijo en voz baja.

-Siempre estaré aquí para ti mi Joaquín.

El me miró y le sonreí. Ya no había vuelta atrás, quería gritarle a todo mundo que estaba enamorado de Joaquín, ya no me importaba si él lo sabía, lo quería y lo gritaria a los cuatro vientos.

-¿Que dijiste? - me preguntó.

-Que eres mi Joaquín.

Le sonreí. Su carita hermosa me miraba, enrojecida y empapada por las lágrimas. Me acerqué hasta quedar a centímetros de él. Le besé la frente para después depositar un beso en sus rosados y esponjosos labios. Me separe de él.

-Lo siento - dije.

-Esta bien - se acomodó en mi - Gracias por estar conmigo.

Sonreí y lo abracé hasta que ambos nos quedamos dormidos.

JOAQUÍN.

Me hizo bastante bien que se quedará conmigo. Ahora ya estaba bien para seguir trabajando.

Emilio abrió los ojos.

-Buenos días - dije.

-Buenos días, ¿como estás?

-Bien, a Joseph le gustaría que fuera feliz y es lo que voy a hacer.

Emilio se levantó y yo también lo hice.

-Hay que bañarnos - dijo

-Ve tú primero.

-Creí que nos meteriamos juntos, pero esta bien.

Sonreí y se metió a bañar.

Ya estábamos listos los dos. El día estaba nublado, Joseph. Mire la sudadera y me la coloqué. Él quería que yo fuera feliz, pasara lo que pasara. Parecía que predecía su muerte con esa frase en la etiqueta. Respire profundo, era hora de ser feliz. Sonreí y salí de la casa.

EMILIO

Joaquín se veía fresco, relucia y más con la sudadera. Joseph tenía buenos gustos. Joseph, como lo siento, te juzgue mal, pero creo que te gustaría que yo intentará estar con él.

-¿Puedes acompañarme a ver a Joseph después de las grabaciones? - me preguntó.

-¿Estás seguro?

-Sí, quiero verlo de nuevo.

-Claro.

Ambos nos fuimos al trabajo, pero ahora era un día distinto, el brillo en sus ojos volvió, la sonrisa tan natural había vuelto. Lo extrañé, extrañé a ese Joaquín. Lo abracé por los hombros y caminamos juntos.

JOAQUÍN

Por fin terminamos de grabar y era la hora, necesitaba verlo de nuevo.

-¿Seguro que quieres ir? - preguntó Emilio.

-Sí.

-Bien, vamos.

Me agarró de la mano y fuimos hasta el cementerio.

Confusión. (Emiliaco) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora