¿Un poco de calma?

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EMILIO.

-¿Qué  sucede?

-Nada, quedate tranquilo - dijo.

-Podrías morir si te mueves mucho - rió Joshua.

-¿Que quieres? - preguntó Joseph.

-Brillar…

-Eso ya lo se, pero ¿por que hacer todo esto? ¿por que no de una vez acabar con todo? - dijo Joseph, claro como el imbécil no estaba a punto de morir.

-Es mejor ir apagando su luz lentamente, dejar de ver el brillo de sus ojos, ver como se desmoronan, eso quiero.

-Devuélveme a Emilio.

-Lo haré, no te preocupes, no es mi intención matarlo ahorita.

-Liberarlo entonces.  - Joshua rió.

-Claro, lo haré. Pero no ahorita.

-¿Cuándo?

-Si me ganas en un juego de cartas.

-¿Estás bromeando?

-No, si gano, te iras y no lo matare pero te lo devolveré en unos días y si ganas, te lo daré sin protestar, ¿te parece?

-¿Tengo otra opción?

-No, en realidad no - rió.

¿De verdad mi libertad se iba a disputar en un juego de cartas?

-¿Cuál juego de cartas?

-Ya sabes cuál.

-Entiendo. ¿Me dejas acercarme antes a él?

-No.

-Vamos, solo será un segundo.

-¿Jugamos?

-De acuerdo.

Escuché mucho ruido y luego como si barajearan cartas. Y luego silencio. El movimiento de ambos era sutil, ninguno de los dos hablaba.

Pasaron los minutos y aún seguían en silencio, estaba desesperándome. ¿Estaba ganando? ¿Que juego de cartas?

-Tienes que cumplir tú trato - dijo Joseph. ¿Había ganado?

-Bien, ganaste limpiamente.

Ambos comenzaron a moverse. Alguien se paro a un lado de mi.

-Libéralo ahora.

-Tranquilo. No te muevas o accionó el botón.

-Dijiste que…

-Sé lo que dije. - su tono de voz era burlon. - Solo que ya se que planeas dispararame después de que lo libere, para matarme de una vez, pero… solo yo se la verdad, sus vidas están a punto de cambiar así que te recomiendo que es mejor que no me mates - comenzó a reírse.

-¡Liberalo ahora!

-Claro.

Alguien cayó al suelo y alguien salió corriendo.

-Maldito idiota. - Era Joseph.

Me quito la venda. Sentí que la luz me quemaba. Cerré los ojos para adaptarme. La luz era muy brillante. Me desamarro los brazos y después las piernas.

-¿Como estás?

-Me siento muy cansado.

-Tranquilo, te llevaré a casa.

-Gracias.

Me ayudó a levantarme. Mi cuerpo no quería corresponderme. Mire atrás y vi una gran navaja que reposaba arriba de dónde estaba. Me alivie no saberlo. Pude morir en cualquier momento.

Confusión. (Emiliaco) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora