Game Over 🌙 || MIRIAM²

Cuatro;

Ruth

¿Cómo era posible que los fines de semana literalmente volaran, y en cambio, se eternizaran tanto el resto de los días? 

Parecía que simplemente habían transcurrido unas pocas horas desde que me había despedido de aquél edificio; sin embargo ya habían pasado más de dos días, y volvía a estar entre las paredes blancas y grises de aquél instituto.

—¿Qué tal el finde? —preguntó Roi, quién me había acompañado a coger un par de libros que había dejado en mi taquilla.

—Un poco aburrido —admití. —No te perdiste nada yendo a ver a tus tíos en Galicia; ni siquiera salimos por la noche.

—Ya, vi que no decíais nada por el grupo. Pensé que a lo mejor os habíais llamado para hacer planes.

Negué con la cabeza mientras cerraba la taquilla.

—El viernes hicimos pijamada con Ana, pero nada fuera de lo normal. Y el sábado Ricky no dijo nada y Mimi estaba cansada, así que nos quedamos en casa. Mi madre ha tenido mejor vida social que yo estos días —dije con rencor, haciendo reír al chico. —Pero bueno, que he estado en pijama viendo Netflix y ni tan mal, también te lo digo.

—¿Has estudiado algo? —preguntó mi amigo, mientras empezábamos a movernos por el pasillo en dirección al aula donde teníamos la primera clase del día.

—¿Yo? ¡Qué va! Por algo voy dos días a que Nerea me dé clases particulares.

Tenía que reconocer que, aquellas clases de refuerzo, no me desagradaban tanto como había pensado que lo harían en un principio. Nerea era de aquellas personas de la clase que me caían bien, a pesar de no haber tenido nunca mucho contacto con ella y de saber que se llevaba bastante con Miriam y Mireya. Pero era la mariliendre de Agoney y Raoul, y con eso ya sabía lo suficiente como para que me cayera en gracia. Eso sí, aquellos dos eran raros como un carnaval; nunca sabías de parte de quién estaban, o con qué grupito de clase se iban a juntar.

—Tener historia a primera hora tendría que ser ilegal —comenté mientras buscábamos un sitio libre entre las caras adormecidas de un lunes por la mañana.

Localicé a Ana en la penúltima fila, al lado de la ventana. Nos había guardado sitio detrás, ya que Mimi había optado por sentarse a su lado.

—¿Y Ricky? —preguntó Roi al sentarse.

Las dos chicas se giraron para mantener conversación con nosotros antes de que el profesor empezara la clase.

—Dudo que venga, es primera hora —dijo Ana.

—Real. Ese cabrón seguro que sigue dormido —añadió Mimi.

Pero a unos diez minutos de haber dado inicio a la primera lección del día, el chico entró, después de dar un par de golpes a la puerta.

—Ay, lo siento. ¿Puedo entrar? —preguntó, rascándose la cabeza.

Mabel, la profesora de historia, rodó los ojos y le indicó que tomase asiento donde pudiera. Ricky nos miró con una sonrisa y después de saludar al grupo con un gesto de cabeza, se sentó a la única mesa vacía que quedaba, a mi lado.

—Qué raro verte por aquí tan temprano —sonreí.

—Pf... Quería quedarme durmiendo pero mi madre no empezaba a trabajar hasta más tarde y me ha sacado de la cama a patadas prácticamente.

Me eché a reír en voz baja.

—Vaya puto vago estás hecho —comenté.

—Anda que tú... —respondió el chico, ladeando la cabeza.