Veinticuatro;

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Mimi

—¿Tienes un euro? —preguntó Ricky, rebuscándose en los bolsillos, delante del lavadero de coches.

Puse la mano en el bolsillo de mi chaqueta de cuero y le mostré la moneda.

—Tengo dos.

—Joder, ¿lo tienes todo doblado tú o qué? Madre mía la Doblas. Bueno, si es que tu apellido ya te delata, ¿eh?

Rodé los ojos.

—Imbécil. Tu humor no es tan divertido un lunes por la mañana. En verdad, este chiste ha dado pena. Tienes que darle tiempo a tu cerebro, para que se despierte y esas cosas...

Como la gran mayoría de días, Ricky había decidido presentarse al instituto en su coche, y durante el recreo, me había propuesto ir a lavarlo y volver.  Ruth y Ana estaban celebrando la última reunión en pequeño comité para el evento de recaudación de fondos, y Roi estaba sentado dentro del coche, en el asiento trasero, empanado con su móvil. Y yo ya sabía que lo que quería Ricky era que le detallase bien lo que había sido mi noche de viernes.

—Já, anda que no. Ya quisieras tú... —chuleó el chico, cogiendo mi moneda de dos euros. —Siento mucho decirte que la máquina no te devolverá cambio.

—Me darás tabaco hoy y mañana y estaremos en paces —me encogí de hombros, mientras que el chico metía las monedas en la máquina y agarraba la manguera.

—Bueeeeno... —aceptó Ricky.

El día había empezado soleado, bastante primaveral; aunque el cielo se estaba nublando por momentos. Bien pensado, ¿había algo más primaveral que la lluvia? 

—No sé si ha sido buena idea lavar el coche ahora... —opiné, mirando hacia arriba. —Creo que lloverá.

—Da igual, este lavado lo has pagado tú —se rió el mayor.

—Qué cabrón eres —respondí con una sonrisa de lado, cruzándome de hombros y apoyándome en la pared más limpia del cubículo, intentando que el agua de la manguera no me mojase. 

—Bueno Mimi —empezó Ricky, remojando la parte trasera del coche. —Vamos a hablar de cosas interesantes.

—¿Cómo qué? —bromeé, haciéndome la tonta.

—Como tus aventuritas del viernes noche, querida.

—¿Quieres que te lo cuente ahora que Roi está dentro para que él no se entere? —reí incrédula. —Qué malo eres.

Ricky se encogió de hombros mientras apuntaba la manguera hacia la ventanilla en la que se apoyaba Roi. Pero la verdad era que prefería contarle los detalles más profundos a Ricky, y luego la versión más general al resto del grupo.

—Dale —me animó Ricky. —Hemos puesto dos euros pero la manguera dirá basta tarde o temprano —me apresuró seguidamente.

—Pues bueno, a ver... Fui a ver a Miriam al Manhattan, me estuve allí con unos chicos de su barrio, que por cierto, te caerían genial; y cuando acabó el turno, la acompañé a su casa.

—Más —indicó Ricky, sin perder la concentración en su tarea. —Hasta aquí ya me lo sé todo. También sé que te pidió que te quedaras y que acabasteis follando. Pero quiero saber cómo se dio la situación.

—Cómo eres, ¿eh? —cabeceé. —Verás... Cuando llegamos a su habitación nos sentamos en la cama y nos pusimos a hablar de, no sé, de tonterías. Total que acabé hablando mínimamente mal de mi madre, y Miriam estalló y se puso a llorar.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora