Siete;

2K 205 62
                                    

Mimi

Me desperté con el característico dolor de cabeza que me acompañaba la mayoría de domingos. Estaba bastante acostumbrada a ello, por lo que sabía bien qué medidas tomar. Alargué mi brazo para beber de la botella de agua que había dejado cerca la noche anterior, y luego me tomé una pastilla para aliviar el dolor de cabeza. Comer algo con ello, para que no cayera en un estómago vacío, hubiese sido lo ideal, pero no tenía hambre.

Dentro de mí tenía un cúmulo de nervios importante, del cual pensaba que me había librado al dormir; pero no. Al despertar volvía a estar allí. Esa sensación de que se me había ido de las manos todo un poco.

Finalmente me había dado cuenta: Miriam me gustaba. Me gustaba de verdad. No por una apuesta ni por un juego, ni por el morbo que me provocaba acercarme a una chica con la que de buenas a primeras, no tenía nada que ver y con la que en teoría no me llevaba bien. Y ahora que la conocía un poco más, no quería hacerle daño; aunque no sabía cómo evitarlo. 

Dar un paso atrás significaba cortar todo contacto con ella, y dar un paso adelante, significaba arriesgarme a hacerle daño y a recibir una avalancha de comentarios de mi grupo de amigos y también de Mireya y parte de la clase. Solía parecer que me daba igual lo que pensaran de mí, pero en el fondo no era ningún ser sobrenatural: era una chica de diecisiete años que hacía lo que podía para ser el centro de atención y sentirse querida.

Además, yo nunca había estado en una relación. Ligues y rollos había tenido muchos, pero nunca había apostado por nadie porque era feliz de esa forma y porque, cómo yo decía siempre, "soy una alma libre".

Y luego estaba Ruth. Nuestra relación como hermanas era tan estrecha y tan intensa, que siempre nos había dado miedo que se rompiera al añadir una tercera persona. Claro que eso no pasaba con Ana, pero porque Ana era, por decirlo de alguna forma, parte de las dos. Involucrar a alguien en el sentido amoroso nos daba miedo, porque sin duda alguna, Ruth era mi prioridad; y yo era la suya. No sabíamos como una relación seria podía llegar a afectar a la nuestra.

En resumen, tenía muchos miedos y muchas dudas. Pero por otro lado, pensaba en Miriam, en sus ojos, en su forma de hablar y de moverse... Y lo hubiera mandado todo a la mierda solo para tenerla cerca un ratito más.

Unos golpes en la puerta hicieron que mi nube de pensamiento se esfumara.

—Mimi, ¿estás despierta? —la voz de mi hermana sonó insegura al otro lado de la puerta.

—Sí, pasa —respondí.

Vi a la rubia colarse en mi habitación y no tardó en tumbarse en la cama, a mi lado. Se cubrió con el edredón, me abrazó por la cintura, y suspiró.

—¿Todo bien? —pregunté.

—Me va a estallar la puta cabeza, pero dentro de lo que cabe, estoy bien.

Nos quedamos un rato en silencio. Yo entendía el porqué en mi caso, ya que estaba hecha un lío. Pero no entendía por qué Ruth también estaba tan callada. Recordé su cara descompuesta cuando nos encontramos la noche anterior en la cocina de casa de Álvaro y Raoul.

—Oye, ¿qué te pasó ayer? —pregunté, ya que quizás su silencio tenía algo que ver con aquello.

Escuché como mi hermana tragaba saliva y me giré para tenerla frente a frente, compartiendo almohada.

—¿Qué me pasó de qué?

—Tenías mucha prisa por irte.

—Cómo tú —dijo Ruth, dando en el clavo.

Me mordí el labio. ¿Debía contarle la verdad a mi hermana? Siempre nos lo contábamos todo, pero tenía un presentimiento de que esta vez, era mejor callarme.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora