Sesenta y cuatro;

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Ana

Las cosas no estaban bien entre las Doblas. Se notaba en el ambiente. Era una sensación que, desgraciadamente, habíamos vivido en más de una ocasión durante aquél curso; y si bien no era tan agresiva como otras veces, la tensión era tan palpable como aquellas palabras que no se decían pero que se transmitían con la mirada. Pero el trasfondo era que más que enfado, parecía que había tristeza entre ellas; decepción. Lo cuál solía ser peor.

En la calle hacía calorcito, y la terraza del bar de enfrente del instituto, con todas sus sillas y mesas metálicas ocupando el paseo, estaba prácticamente llena. Coincidía con la hora del recreo, aunque nosotros ya habíamos acabado los exámenes del día y podíamos irnos a casa. En teoría, y si hubiésemos sido alumnos ejemplares, lo habríamos aprovechado para irnos a estudiar, pero en nuestra defensa diré que no éramos los únicos de nuestra clase ahí presentes. Y es que no era fácil ponerse a estudiar después de una mañana de finales, aunque el último examen hubiese sido una prueba física.

Ricky y Mimi habían decidido pasar del café y el bocata, y se habían pedido unas bravas a medias y un par de birras. Alegaron que era una mini celebración por haber superado el primer día de cinco. Los demás nos pedimos nuestros habituales cafés, que falta nos harían, y Roi se comió un bocadillo de los grandes.

—Por la tarde hay que estudiar, eh... —les recordé sin embargo, en cuanto las cervezas de mis amigos tocaron la mesa.

Viendo lo que había visto aquella mañana, podía ser muy fácil para Mimi el descontrolarse, y Ricky solía ser un compañero fácil cuando se trataba de liarla.

—Tranquila Bananita, todo controlado —contestó Mimi, guiñándome un ojo. 

Yo ya no sabía si lo hacía aposta o qué. Después de la noche del viernes, mi amiga me había hablado bastante por WhatsApp, preguntándome tonterías varias que se notaba de lejos que no eran más que excusas para poder tener algún tipo de conversación; pero durante aquella mañana, había tenido tanto jaleo con Miriam que ni siquiera se había dignado a mirarme. Ahora de repente, todo volvía a ser "Ana", "Anita", "Banana" y arrumacos y gestos cariñosos varios hacia mí. 

Me daba la sensación de que ni ella se aclaraba. El problema era que yo sí que tenía las cosas muy claras, y parecía que Mimi no paraba de alimentar aquella llama que yo tanto me esforzaba en apagar. 

¿Pero cómo tenía que sentirme cuando presenciaba aquellas discusiones y arrebatos entre ella y su novia? ¿Y por qué Mimi, conocida mundialmente por hablar claro y ser directa, no estaba haciendo ninguna de esas dos cosas conmigo?

—Oye, ¿y si estudiamos juntos esta tarde? —propuso Ricky, dándole un trago a su botellín.

—¿Es una broma, no? —levantó las cejas Ruth, mirándolo fijamente. 

—¿Por qué no? 

—De verdad, conversaciones así de obvias después de la mañanita que llevamos, no por favor... —resopló ella.

—Uy. ¿Cómo estamos, no? —carcajeó Ricky, dándole una patadita a Ruth por debajo de la mesa. Ella la recibió con cara de mosqueo y se la devolvió sin que el chico se quejara demasiado. —¿Qué ha pasado aquí? —preguntó seguidamente, mirando intermitentemente a las Doblas. —O sea, a parte del drama Miriam al cuadrado, claro... Me refiero a vosotras dos.

—A mí no me mires —se encogió Mimi de hombros. —Yo ya he intentado hablar con ella... —hizo apenadamente.

—¿Conmigo? —preguntó Ruth, levantando la vista. Mimi asintió. —Creo que te das por vencida muy rápido, pues.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora