Sesenta y uno;

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Ana

—¿Estás bien?

Lo pregunté cerrando la puerta de la cocina detrás nuestro y a pesar de que la respuesta era obvia: no faltaba más que observar a Mimi, con sus mejillas enrojecidas y su ceño fruncido. Todo su cuerpo tenía un posado tenso, malhumorado; pero a la vez parecía estar como perdida, desconcertada. Y no la culpaba. Lo que acababa de pasar me había desubicado incluso a mí, que creía conocer a Ruth casi tan bien como su hermana.

—¿Tú ves normal lo que ha hecho Ruth? —preguntó, gesticulando enfadada y alzando la voz. —¿A qué coño ha venido eso? 

—Mimi... —con mis manos le pedí que se relajara y que bajara un poco el tono. 

Lo de Ruth había estado totalmente fuera de lugar, además de ser una forma muy fea de romper la harmoniosa noche que estábamos teniendo. En su favor, había que decir que apenas había hablado con mi amiga durante la noche; quizás había alguna motivación que yo desconocía y por el que se había puesto tan insistente.

—No, Ana, pero es que estoy flipando —siguió, aunque es verdad que habló más bajito y pareció que dejaba de ser un tigre enfadado a un gatito.

—Y tienes todo el derecho a estarlo —acepté. —Pero también piensa que ha bebido y se le está yendo un poco...

—Ya. Pues los borrachos siempre dicen la verdad. Y si lo primero que hace cuando va borracha es atacarme a mí y a su querida Miriam... ¡Es que me da a entender que no hemos avanzado una puta mierda en las últimas semanas!

—No te precipites, Mimi —le aconsejé yo, dejando la cubitera que había usado como pretexto para escapar del jardín encima de la pequeña mesa en la que acostumbraba a desayunar. —Puede que simplemente... Ruth tenga curiosidad por saber eso que escondéis acerca de Miriam, y no haya sabido preguntarlo de la mejor forma.

—Pero es que es lo que yo le he dicho, le jode no saber algo de ella que yo sí... Tiene que espabilar ya, que su novia es otra —soltó con rabia.

Me hubiese gustado poderle dar otra charla de las mías, pero la verdad era que mi mente tampoco estaba plenamente lúcida, en aquél momento. Aún así, hice mi mejor esfuerzo. Y lo hice porque se trataba de Mimi; y a Mimi, por mucho que intentara engañarme a mí misma, siempre iba a darle lo mejor de mí. Me lo pidiera o no.

—Mimi, a ver, es que los sentimientos no se van de un día para otro... —le recordé, y con conocimiento de causa. —Y creo que tanto Ruth como tú lo estáis haciendo súper bien, pero lo que pasó entre vosotras fue una brecha muy grande en vuestra relación. Y aunque las dos hagáis como que todo está bien, es obvio que todavía estáis un poco en terreno pantanoso, cuando habláis de ciertos temas.

—Se le ha ido la pinza —siguió Mimi, cabeceando enfadada. —Estábamos tan tranquilas bromeando con Patri y de repente salta con eso... Me he ido porque sino sí que se habría liado de verdad.

Yo asentí.

—¿Quieres agua? —le ofrecí, intentando relajar el ambiente.

—Creo que me iré a casa. 

—¿Qué? —la miré sorprendidísima no, lo siguiente. —¿Cómo que te vas? Ni hablar, Mimi.

—Ya no me apetece estar aquí con Ruth.

Por un lado me impresionó su respuesta: unos meses antes, o quizás tan solo unas semanas, no solo se hubiese querido quedar sino que ya estaría fuera insultándose con su hermana. Sin embargo, parecía que, recientemente, había madurado a pasos agigantados.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora