Tres;

2.1K 203 55
                                    

Miriam

—¡Abuela! —grité al entrar en la cocina aquella mañana y ver a mi persona favorita, sonriente, y de pie delante de los fogones.

La mujer se giró y abrió los brazos para estrecharme entre ellos.

—Mi niña...

—¿Cuándo te dieron el alta? —pregunté, entre los besos que estaba dejando en su mejilla.

—Ayer por la mañana, cariño.

—¿Por qué no me dijiste nada cuando llegué por la noche? —pregunté, recordando que había terminado del bar a las once, lo cual tampoco era una hora descabellada.

No solía trabajar los miércoles por la noche, pero en aquella ocasión me habían necesitado y yo nunca rechazaba unas horitas extra.

—Estaba en mi cama y sabía que si te llamaba, te hubieses querido pasar la noche hablando conmigo.

—¿No querías que te diera la chapa? —pregunté bromeando.

Ella negó divertida.

—Quería que durmieras, que sé que lo haces poco... Ya tendremos tiempo de hablar —sonrió. —Ahora siéntate y come, que te he preparado un desayuno de los buenos.

Agradecí ser una de esas personas que tienen hambre por las mañanas, porque mi abuela había hecho un desayuno más que completo para celebrar que volvía a estar en casa.

—¡Buenos días! —dijo Efrén entrando en la cocina, más alegre de lo normal. —¿Cómo están mis reinas?

—Mejor que nunca —confesé al vernos todos juntos de nuevo.

Nuestra abuela Aurora era la única persona de la familia con la que mi hermano y yo contábamos en la actualidad, además de ser la que prácticamente, nos había criado. Había estado mal de los pulmones por un resfriado que se había complicado, lo cual la había tenido unas semanas en el hospital, pero ya estaba completamente recuperada y al parecer, tan animada como siempre.


☽ ☾


—Me alegro de que Aurora vuelva a estar bien —me dijo Mireya, durante el recreo de aquél jueves. —La mujer es un encanto y sé que estos días estabas muy preocupada por ella aunque no dijeras nada...

Durante la media hora que teníamos libre, Mireya y yo aprovechábamos que los de bachillerato podíamos salir del recinto para irnos a la cafetería que había en frente del instituto. Parecía una tontería, pero salir de aquél edificio en el que pasábamos tantas horas del día, aunque fuese solo a unos metros, nos daba el momento desconexión que tanto necesitábamos. Además, el café era mejor allí que en la cafetería del instituto.

—Gracias, Mire. La verdad es que sí, estoy súper feliz... Estos días era llegar a casa y sentirme vacía. Ahora que ha vuelto mi abuela, sé que no tendré esa sensación.

Mi amiga me sonrió y asintió antes de tomar un sorbo de su café con leche. Su rostro relajado cambió de repente y me giré para observar qué pasaba. Las Doblas junto a Ana, Ricky y Roi, entraban entre risas al establecimiento.

Pasaron por nuestro lado sin prestarnos más atención, avanzando hasta llegar a la máquina de tabaco, en la que Mimi se detuvo junto a Ana, mientras que los demás seguían hasta la barra para pedir algo de desayuno.

—Tía... —dijo Mireya, inclinándose un poco por encima de la mesa y acercándose más a mi rostro. —Estos están muy raros.

—¿A qué te refieres? —pregunté, haciendo el mismo gesto que ella, mientras miraba de reojo como Mimi echaba monedas en la ranura y sonreía simpática al camarero que le había encendido la máquina.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora