Cinco;

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Miriam

No me podía creer lo que me estaba pasando.

Incluso en una fría sala de espera de hospital, esperando por mi abuela, Mimi era lo único que tenía en la cabeza. Mimi, y la tarde que habíamos pasado juntas en la biblioteca; Mimi, y el rato que habíamos caminado juntas al salir. Mimi, Mimi, Mimi.

Todo nuestro contacto se basaba en esos pequeños ratos de refuerzo; pero cada vez más, intercambiábamos algunas palabras en clase y nos saludábamos al cruzarnos por los pasillos del instituto. Y era agradable. No entendía por qué, pero lo era.

Siempre había rechazado su forma de ser: demasiado estridente, demasiado ególatra. Pero quizás había infravalorado su parte graciosa y divertida; lo seductora que podía llegar a ser. Que eso ya lo sabía, de sobras. Pero nunca le había prestado la atención suficiente porque su carácter me gustaba muy poco. Y no quería decir que ahora Mimi me gustaba, pero... Sí que me gustaba su presencia.


—¿Sabes? —dijo Mimi, mientras caminábamos por el paseo delantero del instituto. —Bueno, sí, seguramente sepas, porque tú lo sabes todo.

Puse los ojos en blanco mientras seguía caminando a su lado. En realidad, el comentario me había hecho gracia.

—Sorpréndeme.

—No eres tan rancia como me pensaba en un principio —soltó la chica, mientras se encendía un cigarro.

—Tú tampoco eres tan notas como me pensaba. Bueno —rectifiqué. —Sí que eres muy notas, pero no me molesta en exceso cuando estamos a solas.

Mimi me dedicó un guiño y yo sentí cómo se me subían los colores. Ese "a solas" había sonado... No sé cómo había sonado, pero no era como yo quería que sonara. Uf.

—No te pongas rojita, rubia —sonrió ella, dándome un golpecito en el brazo. —Que no pasa nada. Ya sé que gano en las distancias cortas.

—Eres insoportable —le solté, riendo, a lo que ella respondió con más risas.


—¿Dónde estabas? —preguntó mi abuela, que de repente estaba sonriente, en frente de mí.

—¿Eh? —no entendía a qué se refería, si no me había movido de aquella silla de plástico gris en todo el rato.

—Tú a lo mejor estabas aquí, pero tu cabecita... —se rió ella.

—Ah —sonreí tímidamente, mientras me levantaba de la silla y empezábamos a caminar por el pasillo del hospital.

—¿Solo estuve dos semanas ingresada y ya me he perdido cosas interesantes? —bromeó mi abuela, pinchándome el costado.

Mi abuela era una mujer fuerte. No aparentaba la edad que tenía. Era alta, con el pelo blanco, largo pero bien cuidado, y siempre recogido en moños y peinados elegantes. No era para nada presumida o vanidosa, pero tenía una belleza natural que había mantenido a lo largo de los años y a pesar de los obstáculos que había enfrentado durante su vida. Su salud era un punto algo frágil ya que tenía los pulmones débiles desde hacía año y el mínimo resfriado se le podía complicar, pero viéndola en aquél momento, me parecía invencible.

—Ay, no es nada —dije, pero la sonrisa que se me dibujaba en los labios hablaba por si sola.

—Bueno, bueno... ya sabes que nunca insisto. ¿Sabes por qué?

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora