Game Over 🌙 || MIRIAM²

Cincuenta y dos;

Miriam

—Explicado así... Lo veo mucho mejor —confesó Roi, mordiendo el tapón de su bolígrafo.

Sonreí satisfecha al escucharle. Era nuestra segunda clase de refuerzo, y se la estaba tomando muy enserio. No lo había dudado, de hecho. En cuanto me había acercado a él el martes, para preguntarle si le importaba que las primeras clases fueran en la cafetería de un hospital, por lo menos hasta que le dieran el alta a mi abuela, había sabido que iba en serio. 

—Es que no es difícil, pero la forma de explicarlo a veces lo complica un poco. A mí desde que me enseñaron el truco, que ya no lo hago de otra forma —expliqué, ante la mirada atenta de Roi, que asentía con la cabeza. —Que no digo que Eva se explique mal, ¿eh? Porque es muy buena profe, pero bueno... A veces cuando enseña las cosas, lo hace partiendo de la base que todo el mundo sabe lo mismo que ella, y no siempre es así.

—Totalmente —coincidió él. —En clase no me entero de la mitad de cosas... Ya de por sí.

—Bueno, también es estar un poco atento Roi... —reí levemente.  

El chico me miró y cabeceó divertido.

—Te juro que ahora lo estoy intentando. Lo creas o no, todos estamos bastante aplicados desde la vuelta de Semana Santa —explicó, y con aquél "estamos", entendí que hablaba de todo su grupito.

—Bueno, me alegro —contesté, preguntándome como estaría llevando Mimi el temario sin nadie que le diera refuerzo.

Estuve a punto de preguntarle por ella. De forma informal y disimulada, solo como antigua tutora, pero cada combinación de palabras me parecía más ridícula que la anterior, así que opté por callármelo, simplemente. 

—¿Te importa si descansamos un segundo? 

—No, está bien —acepté. —¿Vas a tomarte algo más? —pregunté, mirando nuestros vasos vacíos.

Roi había decidido invitarme, lo cuál había sido todo un detalle por su parte.

—No, qué va. Creo que saldré un momento a que me dé el aire y a responder cuatro mensajes.

 —Perfecto, pues yo subo un momento a la habitación de mi abuela, ¿vale?

—Claro. En diez minutos, si quieres, nos vemos aquí.

—Guay —sonreí ligeramente, levantándome y recogiendo mis cosas, dado que ambos íbamos a abandonar la cafetería momentáneamente.

Nos separamos en el vestíbulo y yo tomé el ascensor que me llevó hasta la planta en la que mi abuela llevaba ya cinco días ingresada. Afortunadamente, solo había hecho que mejorar, y yo estaba segura que antes de que llegara el fin de semana, volveríamos a estar en casa. 

Efrén me recibió con una sonrisa afable en cuanto crucé la puerta. Mi abuela estaba sentada en la cama, con la revista que le habíamos comprado aquella mañana entre sus manos, y también levantó la cabeza para sonreírme.

—Uy, qué buena cara tienes hoy —saludé, aunque hacía simplemente una hora que había bajado con Roi.

—Tú estás muy guapa cariño, pero no puedo decir lo mismo.

—Vaya, gracias —me reí, no haciéndole caso al comentario de mi abuela y colocándome al lado de la cama. —¿Cómo te encuentras?

—Bien, nena, pero me tienes preocupada —insistió, tomándome la mano.

—¿Por qué? 

—No te veo contenta —lanzó, mirando a Efrén. —¿No lo ves tú también?