Game Over 🌙 || MIRIAM²

Cincuenta y nueve;

Shhhh, antes de que digáis nada 🙏🏼 Primero que todo, quiero pediros perdón porque ya sé que he tardado MUCHÍSIMO en actualizar, y que algunxs hasta pensabais que había abandonado la historia... Pero por nada del mundo dejaría una historia mía a medias. La verdad es que he estado muy liada y pendiente de mil cosas, pero vuelvo con muchas ganas y con actualizaciones todos los lunes.

Gracias por la paciencia y gracias si seguís aquí dispuestxs a retomar Game Over conmigo 👾❤️‍🔥

Nos leemos! ✨

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Mimi

—¡Estoy en casa! —anunció Miriam, después de darle la vuelta a la llave y abrir la puerta de entrada que daba al pequeño vestíbulo de su hogar.

Un aroma dulce, como de bizcocho recién horneado, me llegó al olfato nada más poner un pie dentro. Entré detrás de ella, como esperando que me diera permiso. 

—¡Estoy arriba, voy a darme una ducha! —respondió su hermano, en el mismo tono de voz.

—¡Vale, también está Mimi! —gritó una vez más, Miriam, para hacerse oír.

La miré levantando una ceja, mientras ella dejaba la mochila del instituto al lado de las escaleras.

—¿Le estás avisando para que no aparezca por aquí desnudo?

Miriam se detuvo y se dio la vuelta para mirarme, con una ceja ligeramente arqueada.

—Pues entre otras cosas —contestó, como si fuera la cosa más obvia del mundo. —¿Qué pasa? ¿También tienes algo a comentar sobre eso?

—No, no —me reí yo. —Curioso. 

Miriam suspiró y sacudió su cabeza, como exasperada. Como si no le encantaran mis bromas y como si no le encantara tenerme en su casa haciendo aquél tipo de comentarios. A veces me daba la sensación que las cosas que más detestaba de mí, también eran sus partes favoritas, por mucho que aquella rubia testaruda no fuera a reconocerlo nunca.

—Vale. Voy arriba, me preparo la bolsa para el trabajo, me hago un sándwich, y ya nos podremos ir.

Sentí que más que contármelo a mí, se estaba organizando ella misma en voz alta, así que yo simplemente asentí y le sonreí mientras ella desaparecía escaleras arriba, acompañada del sonido de la madera crujiendo bajo sus zapatos.

Mi incapacidad de estarme quieta me hizo asomarme al pequeño salón-comedor y luego entrar en la cocina, mientras esperaba. Allí el olor a bizcocho era, obviamente, más intenso. Escaneé toda la sala con mis ojos, hasta dar con el horno. Ahí estaba, con la puerta entreabierta para que no se sobrecalentara. No sabría decir de qué era, pero parecía una tarta y ya se me empezaba a hacer la boca agua. Joder. Si es que era hora de merendar.

Seguí mirando a mi alrededor. Había estado unas pocas veces en la cocina de Miriam. Era muy mona y estaba impecablemente limpia, pero se notaba que tenía ya sus añitos. No dudaba que si Efrén empezaba a cobrar más, parte de aquél dinero iría destinado a renovar la casa. O quizás incluso iban a cambiarse de barrio si podían; aunque no veía a Aurora dejando aquella calle, por muy abandonada y castigada por el tiempo que estuviera. 

Aquello me hizo pensar en el puto bocazas de Ricky. Ahora más que nunca, tenía que vigilar qué soltaba por la boca, porque en cinco segundos, aquella mañana, había estado a punto de exponer a Miriam. Y tan tranquilito, oye. Esa era una de aquellas cosas que, si se acababan sabiendo, Miriam no iba a perdonarme nunca.