Game Over 🌙 || MIRIAM²

Cincuenta y ocho;

Antes que nada: perdón por la espera! 🙏🏼

No pretendía que pasara tanto tiempo entre una actualización y la otra, pero como siempre digo, espero que valga la pena. No sé si esto se está haciendo muy largo ya, pero estamos entrando en el tramo final de la historia. Quedan capítulos, porque todavía tengo planeado que pasen ciertas cosas antes de dar el fic por finalizado, pero sí que se irá dando un cierre progresivamente. 💌

Gracias por seguir interesadxs en esta historia, por leer, comentar, y por cada vez que alguien me manda un mensaje para contarme sus teorías.  

Os deseo un muuuuy feliz fin de semana 🥰🌼✨

☽ ☾

Mimi

—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunté, entrando en la cocina.

La casa estaba en un absoluto silencio, ni siquiera mamá estaba despierta y no me extrañaba: no eran ni las siete de la mañana.

—¿Qué haces tú? —me respondió Ruth, que tenía un café con leche y unas galletas delante, y el móvil apoyado en la mesa para moverse cómodamente por Instagram.

—Pues no poder dormir, querida.

—Pues ya somos dos —se encogió de hombros.

—Qué fuerte —comenté, rascándome la cabeza. —¿Cuánto llevas despierta?

—Creo que desde las cinco y poco. ¿Tú?

Ya sabía que íbamos sincronizadas, pero que las dos hubiéramos tenido esa especie de insomnio la misma noche, me dejó anonadada.

—Lo mismo. Quería ducharme, pero he pensado que os despertaría a ti y a mamá.

—He pensado igual —sonrió mi hermana. 

Me acerqué a la cafetera y metí una cápsula, mientras miraba distraídamente por la ventana. Ruth había subido la persiana lo justo, porque tampoco era como que entrara mucha luz, aquella hora. No sabía si era por ese motivo o porque se esperaba un día nublado, pero parecía que todavía estábamos en plena noche. 

—¿Qué tal estás? —preguntó, mojando una galleta en su taza.

—¿Por lo de Ana, o por lo de Miriam? —respondí yo, un poco avinagrada.

—Pues por ambas, supongo.

Suspiré y me encogí de hombros. Cogí el café y me senté enfrente de mi hermana, que me acercó las galletas. 

—No muy bien —confesé. —No sé cuál de los dos enfados me preocupa más, si te digo la verdad.

—Tienes que contarme lo que pasó —pidió Ruth, aunque pareció más una afirmación que una súplica. —Ayer te encerraste tan rápido en tu cuarto, después de que Miriam se fuera, que no me dio tiempo a preguntarte nada. Patri se preocupó y todo.

—¿Se quedó a cenar? —quise saber, porque mi hermana tenía toda la razón: después de que Miriam se fuera en un arrebato, yo me clausuré en mi cuarto y no salí más en lo que quedaba de día.

—Sí. Me ayudó a limpiar y ordenar, y luego llegó mamá y la invitó a cenar.

—Joder... —hice yo, llevándome una mano a la frente al escuchar a mi hermana. —Siento no haberos ayudado con la limpieza...

—No tienes la culpa de que siempre te pasen desgracias al final de las fiestas —bromeó Ruth. —Ya lo sabemos, y siempre se te perdona.

—No, de verdad que ni pensé en el desastre que habría por aquí. Me metí en la cama y me quedé sobada... Hasta hace unas horas.