Setenta y seis;

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Miriam

Se respiraba un ambiente raro en el instituto.

Para la gran mayoría de los alumnos, el verano se acercaba y con él las ansiadas vacaciones. Se notaba en el aire, en los gritos, en las risas, en los empujones y sobre todo en las hormonas revolucionadas, que eran más que notorias.

Para los de nuestro curso, las vacaciones también llegaban, pero nos presentaban todo un reto antes: la selectividad. Así que habíamos acabado las clases que entraban a examen, pero seguíamos teniendo asistencia obligatoria antes de pasar a unos días libres y a las clases preparatorias. Y después... El selectivo. Y luego la graduación. Y luego el viaje de fin de curso. Muchas cosas y muy variadas, en muy poco tiempo.

Supuse que era normal, que no supiera muy bien cómo sentirme. Era el tema académico, el pensar que mi paso por el instituto, que había sido durante seis años mi zona de confort, acababa; la presión por sacar la mejor de las notas y sumarle el tremendo enredo en el que se había convertido mi vida personal.

—Buenos días, Miriam —me saludó la secretaria, al pasar por delante de su mostrador en dirección a los despachos.

—Buenos días —correspondí, con una sonrisa un tanto distraída, mientras que abría la puerta en dirección al despacho de Carol.

La mañana acababa de empezar, pero nada más entrar en clase, siendo, como siempre, de las primeras, me había encontrado con una fina carpeta azul perteneciente a nuestra tutora. Se la habría olvidado el día anterior, supuse. Así que, a pesar de que el primer timbre ya había sonado, me dirigí hacia su despacho. El profesor no había llegado todavía, lo cual era raro, pero le había pedido a Mireya que, en cuanto lo hiciera, le avisara de mi paradero.

El pasillo de los despachos del profesorado estaba silencioso aquella hora de la mañana; tan solo escuché la voz de Carol proveniente de detrás de su puerta conforme me acercaba. Imaginé que estaba hablando por teléfono, así que, después de golpear la puerta suavemente con mis nudillos, abrí con decisión.

No esperaba para nada encontrarme con aquella escena.

Vaya, diría que tuve que esperar unos segundos a que mis ojos le mandaran la orden al cerebro y procesar lo que estaba viendo.

Enfrente de Carol, sentada detrás de su mesa, estaban Susana y Ruth, cada una en una silla de plástico azul. ¿Qué hacían allí? 

Ambas se giraron, sorprendidas, aunque puedo garantizar que no lo estaban ni la mitad que yo. A pesar del pequeño desconcierto que se dibujaba en sus caras al no esperarme allí en aquel instante, no parecía que estuvieran teniendo una mala conversación con Carol, que tenía un posado relajado.

Susana enseguida me sonrió ampliamente, gesto que yo reciproqué un poco por inercia, mientras que los ojos de Ruth se clavaban en los míos durante los segundos que tardé en reponerme y hablar. Me hubiese gustado ser más expresiva y amable con Susana, que siempre había sido un amor conmigo, pero la presencia de Ruth en un espacio que yo consideraba mío me había desestabilizado un poco.

 Además, Ruth y yo no hablábamos desde que ella había soltado ciertas perlitas por su boca el lunes por la mañana delante de Lucas y de la clase, y el martes ni siquiera había hecho acto de aparición... Así que no sabía en qué punto estábamos. Me habría gustado recibir un mensaje suyo durante ese lapso de tiempo, pero yo tampoco le había escrito, así que no tenía derecho a quejarme. Las cosas entre nosotras estaban en un punto incierto.

—Perdón —me disculpé con rapidez, sujetando fuerte la carpeta que llevaba entre manos. —No sabía que estabas reunida, Carol —añadí, mirando a mi tutora.

Game Over 🌙 || MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora